viernes, 14 de junio de 2024

LA FELICIDAD ¿DE QUÉ DEPENDE?

 LA FELICIDAD ¿DE QUÉ DEPENDE? 

Eduardo N. Cordoví Hernández.

El mundo es un hervidero. No ha dejado de serlo nunca. Y la dicotomía de la existencia siempre ha sido en este momento presente, un instante que ocurre después del pasado y antes del futuro, ahí, en esa micro fracción de segundo es que aparece la angustia humana o la divina felicidad. Y, ahora, están ocurriendo muchas cosas en el mundo, pero en La Habana, también ocurren unas mientras otras, no comienzan. 

Padezco de una filosofilia crónica y cuando escribo no puedo sustraerme de querer dejar mi visión de lo que aprecio.

La enorme mayoría coincide en creer que todo está mal y que, el mundo, debe ser arreglado de alguna manera. Una simple observación de la historia demuestra que en varios miles de años, todos los esfuerzos por mejorarlo han fallado. Y, de alguna manera todos repiten la noticia del malestar y la incomodidad con el añadido de un «hasta cuándo», pero que lleva implícita la seguridad de saber dónde están todas las causas y la única forma de resolver todo.

Aquí en La Habana, se aprecia una realidad incierta. Aunque algo es seguro. Muchas personas, por diversas causas; creen no ser felices o lo creen por una sola. No obstante, el asunto es: ¿de qué depende? Y yo digo que: No depende de nada. En todo es falta de información acerca de la realidad.

Creo que las personas nacen felices y que ser feliz es un requisito para estar vivo. Los niños nacen felices y parecen serlo hasta que aprenden de los adultos a vivir con pequeñas alegrías sustitutas de la felicidad. ¡Ésa! es la puta verdad. Con esta premisa termino creyendo que no hay que salir a conquistarla, ni dar la vida por ella. Nadie te la puede quitar. Ni tienes que ir a buscarla a otro sitio. Creo que va siendo hora de que alguien diga algo distinto, aunque sea para variar. O que sea como en el cuento de aquél que decía: «Si me muero en Valencia que me entierren en Madrí y si muero en Madrí que me entierren en Valencia. ¿Y por qué así? Le preguntó uno, a quien le respondió: ¡Pa'jodé hombre, pa'jodé!»

¿Significa que yo diga que estas ideas autorizan o dan permiso, a lo que pueda molestar? No. Sólo te informan las reglas del juego y cómo participar. Luego me parece que sólo somos libres de aprender a jugar o no; porque al final: jugar es obligatorio.

Dentro de las reglas del juego está aprender que hay roles y bandos. Uno tiene que elegir. Pero también, como en todo juego, hay espectadores. Sin espectadores ningún juego tiene gracia. Yo prefiero ser espectador.

Todos los juegos tienen reglas y, si no las sabes, al jugar siempre perderás o no te dejarán jugar por mucho tiempo. Apenas incumplas unas cuántas habrá castigos o te sacarán del juego. 

Las reglas de la vida que vivimos, incluyen que son parte del juego que haya robos, asesinatos, violaciones, infidelidades, guerras, muertes de niños, tiranías, fraudes, ciclones, terremotos, tsunamis, epidemias, que se caiga el pelo, así como ¡También! puede ocurrir sacarse la lotería, vivir saludable hasta poco más de un siglo, en fin… No es que tenga a uno que gustarle, es que es así, ocurre todos los días desde que el mundo es mundo. Cuando leíste más atrás que, esto es parte de la vida y que ¡Por tanto! todo esto ¡Y más! es válido, significa que ¡Todo! te guste o no, es: «sí o sí». Y te lo tienes que bancar. ¿Por qué? Pues, porque sí. Porque no lo puedes evitar. Y punto.

El mundo es así. Siempre fue así. Es así, ahora mismo. Y, aunque parezca que lleva pinta de cambiar, es para ponerse peor. Nadie nunca jamás cambió nada. ¡No se puede! Uno apretó un poquito aquí, pero se soltó de allá y, si se arregló, fue por muy poco tiempo. No hay remedio.

 ¿Estoy equivocado? ¡Perfecto! Aunque se escriban mil libros contra lo que digo, no cambiará nada. Seguirán muriendo niños antes de cumplir un año y muriendo hijos de puta con casi un siglo de edad. ¿Es justo? No. Tampoco es un problema de justicia. La justicia no existe. Es una construcción mental. Los leones se comen a las lindas gacelas y los peces grandes a los chiquitos. La naturaleza parece no ser muy justa. La existencia, la realidad y la vida, no tienen que ver con la justicia, tienen que ver con Ser.

¡Resumiendo! si éstas, son las reglas ¿qué hacemos tratando de arreglar el mundo? ¿No será mejor disfrutarlo mientras haya tiempo? Advertencia: el tiempo se nos acaba.

La observación de cuánto sucede, nos da la visión de que amasar dinero en muchos casos, no es condición necesaria ni suficiente para ser feliz. Más bien, ha llegado a ser lo contrario y podría serlo de nuevo o no. Nadie sabe. 

Pero, reconocer y aplicar estas ideas, son para una minoría, una cierta élite de personas capaces de diferenciarse de la manada que no puede distinguirlas y, por tanto, pretender influir en ellas, inculcándoles este conocimiento, sería una pérdida de tiempo y una temeridad abusiva. Sólo queda difundirlas y ¡Allá quien tenga ojos y oídos para ver y oír! 


jueves, 4 de enero de 2024

PARECERES LITERARIOS

INTRODUCCIÓN A MIS PARECERES LITERARIOS

Eduardo N. Cordoví Hernández

Muchas personas, por lo regular las que tiene afinidad, predilección, proclividad por la lectura, el ambiente entre libros y las tertulias de corte literario donde se habla acerca de chismes de escritores, anécdotas, curiosidades y algún que otro argumento de novela, terminan sintiendo esa misma compulsión por seguir los pasos de los orfebres de las letras y convertirse, ellos también, en escritores. Y estoy hablando de los presuntos escritores actuales de cualquier parte, no se trata de un fenómeno local, provinciano o de época… y es así, porque es lo que siempre ha ocurrido en todas partes desde que inventaron a los escritores. 


¡Ahora! uno debe tener bien claro qué significa: ser un escritor y cuál es la función social que realiza; pero mejor, la que pudiera realizar. A todas estas, uno la realiza quiera o no quiera, queriendo y sin querer y a veces sin saberlo; y, en eso, es dónde está el detalle, aunque suene cantinflesco; porque no es lo mismo que ciertos fenómenos ocurran así, tal como cuando llueve, hace frío o estornudas, a que sucedan porque uno los decida.


Quisiera compartir, mi opinión, quizás errada para algunos, pero muy recontra pensada para mí, y contrastada con la opinión de muchos autores, filósofos y otros personajes ilustres, mucho más inteligentes que yo, que sazonan la historia. De modo, que no son ideas que me invento o me saco de la manga así, no más, porque yo sea listillo, sino que las he tomado prestadas y, hasta tanto alguien me convenza de lo contrario, continuaré manteniendo mi rumbo tras ellas, como si fueran el norte de mi brújula. Si estoy equivocado, de momento soy un equivocado a gusto; porque sé que no soy el único que se equivocará en este mundo por pensar lo que piensa. Y doy gracias por estar equivocado de esta forma; por cuanto agradezco a las genialidades que escribieron estas ideas, para que yo también me equivoque como ellos. De modo que, lo que es equivocación para otros, es mi verdad. Algo que me recuerda aquel asunto del Yelmo de Mambrino, que atrajo la curiosidad de Sancho; al llamarlo baciyelmo el muy celebérrimo don Quijote, para zanjear el debate que ¡Tan bien! Argumentó, guiado de la mano –supongo no manca– del Cervantes de Lepanto.


Prefiero quedar, como uno que ¡Además! escribe. No como un escritor. Porque lo que te define te limita. Un ser humano es la medida de todas las cosas y, aunque esta idea tenga procedencia griega con Aristóteles, yo con ella me adhiero al pensamiento de Spinoza, que no es más que continuidad de lo que otrora fuera, y sigue siendo, el alma del taoísmo, a fin de hacerme un caldo más espeso: Dios es todo cuanto existe, y no existimos como algo diferente y apartado, sino que somos una expresión, y por tanto extensión, de su propia existencia. La diferencia es que nos creemos que somos otra cosa, ya que el Yo (me refiero a esa vocecita que habla constantemente en nuestras cabezas y dice yo, de sí misma) no somos nosotros. Nosotros somos, en todo caso, quien escucha y que no logra expresarse, porque la vocecita del Ego que habla en nuestras cabezas constantemente, roba todo el protagonismo a quien verdaderamente debía ser el amo.


¡Atención! no tengo ningún problema con el Ego, tiene una función, está bien, no pasa nada, sólo que regularmente se le va la mano y se pasa de listo y que ¡Vaya! Qué tampoco es para que ande como Pedro por su casa, cuando no es más que un sirviente. Zapatero a su zapato, dice un refrán. Y seguimos ¡Qué falta bastante todavía para terminar!


Como no sabemos a derechas quienes somos, sino que nos creemos que somos otros, pero, además nos creemos que somos demasiado diferentes en lo esencial, a los demás, así como a todas las cosas, terminamos pegándoles cartelitos como a pomos de botica, según el conocimiento de lo que conocemos o de lo que creemos ser o saber o sentir, y así nos llamamos y nos hacemos llamar: escritores, médicos, políticos, sinceros, buenas personas, Filisberto, Cheo el cojo, etcétera.


Por lo regular, un escritor tiene una serie de cualidades o características que lo distinguen y que debe cuidar, para no dejar de serlo; debe respetar una ética, un código que puede o no estar escrito, unas normativas, una etiqueta social, sólo un tanto diferente a la que cuida un deportista, o un barman o un trapecista de circo. Y eso puede ser una atadura, una pequeña pérdida de libertad, un acondicionamiento y hasta un vicio que a veces nos impide realizaciones más personales, más auténticas y más... felices.


Un escritor debe cuidar un status, tener una conducta, defender o actuar ciertas actitudes e inclinarse ante ciertos poderes; para, a fin de cuentas, terminar escribiendo lo que otros quieren, le exigen y/o le pagan con dinero, con cargos, con distinciones honoríficas y/o con todo a la vez; de modo que puede, más tarde, hacer que se sienta arrepentido y manipulado. Siempre fue así y lo sigue siendo, en todas partes ¿Qué? ¿Ya lo dije? Siempre es saludable repetir algunas ideas, se llama leitmotiv.


Ser sólo uno que escribe, puede ser menos sustancioso, porque quizás te lleguen a conocer pocos o no te alcance a conocer nadie, por no encontrar quien te publique, ya que no tienes normas ni protocolos externos, pues tienes los que tú mismos te impones. En el lugar cósmico en que existimos –la Tierra, planeta del sistema solar– estamos sometidos a tal cantidad de restricciones y leyes universales, que la libertad se limita a un discreto rango, donde sólo tienes acceso a decidir a qué o a quién vas a rendir servidumbre ¡Pero aún, ser libre así, es glorioso! 


A quien decide, ser nada más que alguien que escribe, le queda espacio para ser cualquier otra cosa con la que ganar dinero, para no morir de hambre. Porque, como poéticamente eligiera, el inglés Somerset Maugham, para título de sus novelas, para vivir feliz bastan no más, en el orden externo; La luna y seis peniques, y porque, al fin y al cabo, vivimos caminando por un sendero tan estrecho como, El filo de la navaja.


Comento mis ideas, no estoy imponiéndolas.


Si no sabes hacer otras cosas (aunque puedes aprenderlas) no veo nada malo en intentar vivir de escribir, lo considero justo porque, ya dijo el Maestro que, digno es el obrero de su salario.


El asunto de ser escritor o escritora, que para mí da igual, tiene que ver con algo que se confunde con la vocación, pero que ahora o desde siempre se le ha llamado; tu sueño, o tus sueños, porque pueden ser varios episodios del mismo. 


¿Cuál es tu sueño? ¿Ser escritor o escritora? Bien. Hay que tener cuidado con los sueños. Puede que sueñes que te ves escribiendo libros, investigando en bibliotecas, de tertulia con los colegas... Pero quizás tus sueños sean otros; otros como publicando tus libros, vendiendo tus libros, firmando tapas, dando conferencias, dictando cursos, ganando premios, viajando... o por lo menos sólo viviendo de escribir cómodamente, en una mejor casa con jardín, cochera y amplio patio de tierra con frutales. Y esto es ya una notable diferencia. Tu gusto por escribir no se limita a conocer y nada más, buscar conocimiento, procesarlo, relacionarlo, crear un argumento y montarlo en una escenografía, en una atmósfera, en una geografía y ahí montar un mensaje, porque en el proceso de buscar información encontraste de paso: algo que decir, porque lo aprendido te sirvió para mejorarte, para ser mejor, para ser feliz, o ¡Mejor! para darte cuenta que siempre lo fuiste y la vida, las costumbres la cultura y la civilización te hicieron olvidarlo, y cambió tu felicidad por el sucedáneo de ser un disciplinado cumplidor de protocolos y normativas que dictaron otros. Y cuando te das cuenta de esto, entonces tienes una misión, un sacerdocio, tienes algo que decir, y lo haces, aunque no te paguen, sin que te den premios y ¡Aunque tengas que hacer otra cosa! para mantener la misma casa que tuviste siempre y conservarte vivo un poco más de tiempo.


Quizás de paso te publiquen, firmes tapas de libros, te conozca mucha gente de aquí y de allá y te ofrezcan cargos y te den premios, etcétera, y harás como hacen todos: Disfrutarlo. Pero no es algo que necesitarás para vivir, porque ¡Feliz! ya lo serás. Igual puede que no te ocurra nada de este resultado promisorio de esplendor, pero serás feliz igual, porque no es un resultado lo que necesitas. Vivirás feliz debido a otras razones que tienen que ver con haber sido y tenido otras impresiones no tan fuertes, pero sí más constantes. ¡Mira! Si disfrutas correr, te gusta, disfrutas entrenar, te sientes bien corriendo, ver pasar veloz el paisaje hacia atrás mientras avanzas… cuando llegas a la meta no te importa si otro llegó primero o si tú llegas después de otros: porque es como les sucede a los niños, que no juegan para divertirse… se divierten jugando.


Llegado a este nivel de la charla, del monólogo o lo que sea, ya te habrás dado cuenta que hay dos formas, de momento, para asumir la tarea de dedicarse a escribir en serio, y es muy probable que estés pensando que una de las dos va de mala onda, según el camino en que presento el tema, pues ¡Mira que no! Me parece que las dos son válidas, genuinas y ninguna es peor ni mejor en sí mismas, y que escribir de una forma o de otra no te vuelve, por tanto, ni mejor ni peor persona. Eso sí, hay diferencias y uno debe conocerlas para elegir el rol que va a seguir; porque, si no eliges, no eres libre. Ser libre es tener la capacidad o la opción de poder decidir entre al menos un par de propuestas. Puede ser muy triste haber pasado años de preparación y entrenamiento, para ganar una carrera importante, correr y llegar a la meta y ¡Entonces! por haber llegado último, por no lograr algún lugar destacado, puedes pensar que corriste de balde, que perdiste el tiempo, que todo fue en vano.


Quiero hablar de cómo evitar esta frustración o mejor, de presentar al menos las dos opciones primordiales, para decidir qué hacer y que luego no puedas decir: ¡Quién lo hubiera sabido! … ¡Nadie me lo dijo!


Por lo general, quien siente inquietudes literarias, debe saber algo que ya se enseña en la escuela secundaria, y si no lo recuerda comienza a averiguarlo ya desde aquí mismo y domina este conocimiento; porque es lo que decidirá cuánto podrás avanzar escribiendo, como para merecer que, alguien con cierto poder de decisión, quiera publicarte y es, entre otras cosas que, además –y someramente– acoto:

La diferenciación de los valores de toda obra artística a saber: el de forma y el de contenido. 


El valor formal tiene que ver con la preceptiva literaria, con lo que la Academia explicita, en cuanto a la corrección del idioma, etcétera; más distintas formas en que se presentan los distintos géneros o funciones literarias.


 Diferenciar la poesía de la prosa, conocer que es una décima, un soneto, una metáfora, en fin, toda esa nomenclatura técnica. Saber que la poesía transmite emociones, sentimientos y que su expresión gráfica de la poesía no siempre es versificada, pues puede usar la prosa como soporte; y que la prosa es mejor vehículo, para comunicar ideas y pensamientos y, por ello, más acorde a la razón. Cómo diferenciar un cuento de una novela, saber qué es un ensayo, un artículo, una reseña, una crónica… Aprender tu idioma, porque vas a comunicarte con otros y necesitas hacerlo todo lo bien y más correcto posible.


 Pero bueno, todos los escritores no son como fue Gustavo Flaubert, Ezra Pound, Yeats o Vargas Llosa, al fin y al cabo, los editores son quienes necesitan de escritores que escriban mal, para vivir de hacer su propio trabajo y eso es también algo que está bien. De la misma forma te digo que no hay que ser ni tan exquisito ni tan exigente, García Márquez con todo y su premio Nobel, era conocido por sus faltas ortográficas al punto que propuso eliminar la diferenciación entre la «B» y la «V» así como suprimir las «H», que total no suenan, Algo parecido también sucedía con otro Nobel, Juan Ramón Jiménez, autor de nuestro querido Platero y Yo, quien decía escribir mal por «…amor a la sencillez y por odio a lo inútil…» Y por otros rumbos hasta Bernard Shaw, otro con Nobel, quiso jubilar a la ortografía. Si no hubiera sido por el famoso editor Maxwell Perkins y por los correctores de la editorial Charles Scribner Company quienes enmendaban sus textos, quizás hoy no conociéramos al premiado Nobel, Hemingway, o al mítico Francis Scott Fitzgerald o al talentoso Thomas Wolfe, Igual sucedía con la archi conocida Jane Austen, a quien los académicos del siglo XX la llegaron a comparar con Shakespeare, apenas si sabía redactar ni puntuar. Algo semejante ocurría con el divino Marcel Proust y con el monstruo William Faulkner, otro Nobel, hay más; cuando el novedoso y muy erudito T. S. Elliot, también más tarde laureado con el Nobel, llevo un enorme atado de cuartillas para que Ezra Pound lo valorara, el resultado fue que le realizó una poda de más de las tres cuartas partes de la obra, y así fue cómo nació, Tierra Baldía, el breve folleto de su obra cumbre… Creo que sea suficiente recordarte que, aunque sean muchos más, no todos tienen tanta suerte. Es mejor afinar y no ser vago. No hay, como aplicarse y hacer completa la tarea, digo yo.