LA FELICIDAD ¿DE QUÉ DEPENDE?
Eduardo N. Cordoví Hernández.
El mundo es un hervidero. No ha dejado de serlo nunca. Y la dicotomía de la existencia siempre ha sido en este momento presente, un instante que ocurre después del pasado y antes del futuro, ahí, en esa micro fracción de segundo es que aparece la angustia humana o la divina felicidad. Y, ahora, están ocurriendo muchas cosas en el mundo, pero en La Habana, también ocurren unas mientras otras, no comienzan.
Padezco de una filosofilia crónica y cuando escribo no puedo sustraerme de querer dejar mi visión de lo que aprecio.
La enorme mayoría coincide en creer que todo está mal y que, el mundo, debe ser arreglado de alguna manera. Una simple observación de la historia demuestra que en varios miles de años, todos los esfuerzos por mejorarlo han fallado. Y, de alguna manera todos repiten la noticia del malestar y la incomodidad con el añadido de un «hasta cuándo», pero que lleva implícita la seguridad de saber dónde están todas las causas y la única forma de resolver todo.
Aquí en La Habana, se aprecia una realidad incierta. Aunque algo es seguro. Muchas personas, por diversas causas; creen no ser felices o lo creen por una sola. No obstante, el asunto es: ¿de qué depende? Y yo digo que: No depende de nada. En todo es falta de información acerca de la realidad.
Creo que las personas nacen felices y que ser feliz es un requisito para estar vivo. Los niños nacen felices y parecen serlo hasta que aprenden de los adultos a vivir con pequeñas alegrías sustitutas de la felicidad. ¡Ésa! es la puta verdad. Con esta premisa termino creyendo que no hay que salir a conquistarla, ni dar la vida por ella. Nadie te la puede quitar. Ni tienes que ir a buscarla a otro sitio. Creo que va siendo hora de que alguien diga algo distinto, aunque sea para variar. O que sea como en el cuento de aquél que decía: «Si me muero en Valencia que me entierren en Madrí y si muero en Madrí que me entierren en Valencia. ¿Y por qué así? Le preguntó uno, a quien le respondió: ¡Pa'jodé hombre, pa'jodé!»
¿Significa que yo diga que estas ideas autorizan o dan permiso, a lo que pueda molestar? No. Sólo te informan las reglas del juego y cómo participar. Luego me parece que sólo somos libres de aprender a jugar o no; porque al final: jugar es obligatorio.
Dentro de las reglas del juego está aprender que hay roles y bandos. Uno tiene que elegir. Pero también, como en todo juego, hay espectadores. Sin espectadores ningún juego tiene gracia. Yo prefiero ser espectador.
Todos los juegos tienen reglas y, si no las sabes, al jugar siempre perderás o no te dejarán jugar por mucho tiempo. Apenas incumplas unas cuántas habrá castigos o te sacarán del juego.
Las reglas de la vida que vivimos, incluyen que son parte del juego que haya robos, asesinatos, violaciones, infidelidades, guerras, muertes de niños, tiranías, fraudes, ciclones, terremotos, tsunamis, epidemias, que se caiga el pelo, así como ¡También! puede ocurrir sacarse la lotería, vivir saludable hasta poco más de un siglo, en fin… No es que tenga a uno que gustarle, es que es así, ocurre todos los días desde que el mundo es mundo. Cuando leíste más atrás que, esto es parte de la vida y que ¡Por tanto! todo esto ¡Y más! es válido, significa que ¡Todo! te guste o no, es: «sí o sí». Y te lo tienes que bancar. ¿Por qué? Pues, porque sí. Porque no lo puedes evitar. Y punto.
El mundo es así. Siempre fue así. Es así, ahora mismo. Y, aunque parezca que lleva pinta de cambiar, es para ponerse peor. Nadie nunca jamás cambió nada. ¡No se puede! Uno apretó un poquito aquí, pero se soltó de allá y, si se arregló, fue por muy poco tiempo. No hay remedio.
¿Estoy equivocado? ¡Perfecto! Aunque se escriban mil libros contra lo que digo, no cambiará nada. Seguirán muriendo niños antes de cumplir un año y muriendo hijos de puta con casi un siglo de edad. ¿Es justo? No. Tampoco es un problema de justicia. La justicia no existe. Es una construcción mental. Los leones se comen a las lindas gacelas y los peces grandes a los chiquitos. La naturaleza parece no ser muy justa. La existencia, la realidad y la vida, no tienen que ver con la justicia, tienen que ver con Ser.
¡Resumiendo! si éstas, son las reglas ¿qué hacemos tratando de arreglar el mundo? ¿No será mejor disfrutarlo mientras haya tiempo? Advertencia: el tiempo se nos acaba.
La observación de cuánto sucede, nos da la visión de que amasar dinero en muchos casos, no es condición necesaria ni suficiente para ser feliz. Más bien, ha llegado a ser lo contrario y podría serlo de nuevo o no. Nadie sabe.
Pero, reconocer y aplicar estas ideas, son para una minoría, una cierta élite de personas capaces de diferenciarse de la manada que no puede distinguirlas y, por tanto, pretender influir en ellas, inculcándoles este conocimiento, sería una pérdida de tiempo y una temeridad abusiva. Sólo queda difundirlas y ¡Allá quien tenga ojos y oídos para ver y oír!