viernes, 17 de febrero de 2023

SOBRE QUÉ DEBERÍA ESCRIBIR UN ESCRITOR o SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE QUIEN ESCRIBE


Una meditación acerca de la función de quien escribe dada la urgencia de quien lee

Eduardo N. Cordoví Hernández. Contacto: edwacor@gmail.com  

   Creo, en primer lugar, que cuando desde el título digo: Sobre qué debería escribir… se entienda como una forma de decir, como una forma de indicar una posibilidad probable y no una declaración de principios, tipo fundamentación de nuevos paradigmas, ni una embestida ansiosa de notoriedad, con ínfulas de querer arreglar al mundo. Si algo siempre he dicho es que: Todo está bien con la realidad que no puede cambiarse por medios naturales, recursos mínimos y de forma individual por esfuerzos propios.

   Siempre es sano realizar, aunque breve, una pequeña introducción, a fin de precisar detalles que garanticen una sintonía mayor con quien nos lee. Está claro que cada cual escribe lo que le viene en ganas y cada cual lee, otro tanto; así que en cada caso y para cualquier caso, usted, no debe nada. En este asunto como en tantos otros, el deber no es más que una imposición que limita libertades en función de intereses ajenos, a los cuales se les promulga como de ser mayores, nobles, altos y profundos y, sobre los cuales uno debe declinar los propios. 

   A fin de evitar el deslinde de un asunto abstracto y por tanto teórico que, a pesar de que viene al caso, atrasaría el objetivo que impone el asunto práctico a que nos convoca el título, bajemos el listón y dejemos la propuesta hasta dejarla en la simple atención de unos cuantos escritores que pudieran ser susceptibles de atender a la minoría de presuntos lectores aunados en el interés común por ciertos requisitos en falta. ¡Vamos! Qué lo que estás leyendo es solo una opinión y no una propuesta para salvar al mundo.

   Así que: ¡Sube el telón!

   Cuando alguien quien, tocado o impelido por la vocación de sus inquietudes literarias, se prepara para escribir profesionalmente o, por lo menos, con toda la seriedad de quien asume la responsabilidad de lo que hace y con la autoridad no solo de lo que ya sabe, sino de lo que también comprende (que no es lo mismo y que estaremos comentando más adelante) este individuo, debía en ese instante, digo yo, escuchar o sospechar que alguien, posiblemente lector de lo que escribirá o ya escribe aquel, pudiera preguntarle desde su necesidad, insatisfecha o medianamente asistida, como consumidor de literatura; desde su hambre o sed de algún determinado conocimiento, lo siguiente: ¿Qué es lo tan importante que tienes que contarme como para que yo deje de hacer las muchas otras actividades en que pudiera ocuparme? Eso que vienes a pretender que lea ¿Es una historia como las que contamos a los chicos para que se duerman? ¿Un somnífero? ¿Un recurso para escapar de la realidad, para evadir la depresión que proporciona la monotonía de la vida diaria? ¿Algo así como una droga autorizada? O lo que me propones que lea ¿son tus opiniones sobre algo que crees que entiendes, pero con las que no has resuelto el drama de tu propia vida? ¿Es solo para entretenerme, para brindarme un cierto goce estético de ver cuán bien te expresas o manejas el idioma? o ¿solo piensas sorprenderme con el despliegue de tus recursos estilísticos, con las técnicas narrativas novedosas, las de moda, o tus propios hallazgos e intentos en renovarlas? ¿De qué pueden servirme tu cultura, tus muchos años leyendo, tus horas de trabajo, tu cantidad de información, si después de que lo lea quedaré igual, porque no traes soluciones a mis problemas, opciones a mi vida, nuevos enfoques, formas de ver para que, también, yo vea? Lo que vas a decirme ¿es algo nuevo o es lo mismo que dicen los demás que también escriben libros? Tu opinión sobre las cosas ¿son las mismas de los diarios, de los discursos, de las conferencias, de los noticieros? ¿Por qué debía leerte y dejar lo que ahora hago, si no es diferente a lo que todo el mundo dice? Si vienes a contar una nueva historia de amor ¿es nueva de veras o son los mismos requiebros, las mismas escenas de erotismo, de realismo sucio, las mismas infelicidades, las mismas infidelidades, las mismas reacciones y lo mismo de siempre y lo mismo todo? Para eso sigo viendo mi propia vida, la de mi familia y la de mis vecinos. No tengo que leerla.

   Me queda claro que no todos los lectores tienen esta perspectiva ni establecen tales reclamos, pero igual hay muchos que, si conocieran que los escritores pudieran escribir sobre este asunto, serían otros los cantares. De la misma forma sucede con los escritores, hay muchos inventándose historias truculentas y fantasiosas, porque no tienen nada que decir, y así aparece el fenómeno tan llevado y traído. de estar bloquedados. Otra cosa sería si el escritor hubiera organizado su mundo interior, su propia vida y vertiera en sus historias la suya propia de cómo venció a sus demonios (Es un decir) más apropiado sería: de cómo convive en armonía con ellos, vencerlos no se puede.   

   En la obra literaria más antigua del mundo y que inicia el recuento de lo que hoy llamamos las literaturas fundacionales, El poema, o La epopeya de Gilgamesh, la cual se escribió hace unos dos mil quinientos años antes de Cristo, y ya el autor se quejaba de la dificultad de poder decir algo nuevo; luego, alrededor de unos mil quinientos años después, si es que vamos a considerar la autoría de Salomón (algo que se discute pero que aquí no viene al caso) en el Eclesiastés, dice, con reiteración, que: …nada hay nuevo bajo el sol… Quizás pueda decirse hoy, no sin cierta arrogancia considerando nuestro nivel de civilización, que: para el estado cultural de tales épocas pudiera ser razonable esta idea, dado que nos ciega la de un supuesto desarrollo e incluso evolución de la humanidad y que semejante etapa en curso actual continúa abriendo un abanico de novedades en todos los sentidos, para la especie humana. Hay un Pero, porque un acercamiento a esta realidad histórica, nos hace ver que el desarrollo y la novedad evolutiva ha sido en las formas de las cosas y en la forma de articularlas y relacionarlas, pero que el ser humano continúa teniendo la misma problemática existencial de hace diez mil años: Buscar donde cobijarse para protegerse de la intemperie, encontrar a otras personas para ayudarse a conseguir agua, alimentos y tener sexo, afrontar las enfermedades, la pérdida de las cosas que le gustan y de los seres queridos, presenciar y presenciarse en el deterioro físico del avance de la edad y los accidentes, así como ser testigo de su propia muerte. Da lo mismo si viajas a lomos de un burro o si viajas en un jet privado. La diferencia es que quienes viajan en burro seguramente llegarán tarde, si es que llevan prisa, pero los que viajan en asnos no tienen mayores urgencias y los que viajan en jet, si llegan a tiempo, llegarán ansiosos, estresados, inconformes… Da lo mismo el canto o las pócimas del brujo de una aldea sumeria, que los tratamientos del mejor facultativo de un hospital de New York… las posibilidades de morir o salvarte ¡de momento! porque al final vas morir de todas formas, es tan solo del cincuenta por ciento en cada uno.

   Entonces, hasta aquí lo dicho, pareciera que no queda nada nuevo que decir. Pero… ¿qué es lo nuevo que podría escribirse, decirse, necesitar ser dicho, escrito, leído? Te lo digo en breve.

   Hasta lo aquí dicho, no todo aquel que lea dará razón a lo planteado; yo me dirijo a los que su sentido común les dice aquellas palabras que hiciera pronunciar Shakespeare a Hamlet: Algo está podrido en Dinamarca… De la observación diaria de la realidad, de leer diarios, revistas, oír o ver los noticieros, de pasar por los mercados, ver los precios, de chequear nuestras finanzas, de observar el estado de salud emocional de nuestras relaciones de trabajo, de familia y del vecindario, incluso hasta nuestras relaciones ¡con las cosas! podemos decir, casi, lo mismo que el príncipe danés.

   A ver; si por las mañanas te levantas y ya montas un pollo (como dicen en España) porque no encuentras las pantuflas al pie de la cama, algo no está bien en ti. Si te interesa relacionarte amorosamente con alguien y esa persona no te quiere o si la persona que amas decide amar a otra y eso te entristece, te deprime o te encolerizas; algo anda mal en ti. Si estás en cualquier parte pensando, con quién pudiera estar hablando, ahora mismo, tu pareja; algo anda mal en ti. Si quieres que no llueva y, sin embargo, llueve, y eso le mortifica, te saca de quicio porque interfiere con tus planes de estar a cierta hora en algún sitio, algo anda mal en ti. No es un asunto de gravedad urgente, pero puede matarte a largo plazo, así que atiende. Lo que no funciona bien en ti es tu relación con la realidad. Piensas que la realidad está en tu contra, pero la realidad no tiene ningún plan en contra tuya. La realidad es todo lo que ocurre y que no puedes evitar. No puedes evitar que llueva, ni que tu pareja se enamore o que de pronto le guste más, otra persona. Las personas están haciendo lo mismo que tú quieres para ti, ser felices, al costo que sea. Somos egotistas. El egoísmo es otra cosa y no precisamente lo que te han dicho que es. Quizás ser egoísta sea lo que necesites y ya esto es algo nuevo que quizás lees por primera vez.

   Cuando todo funciona bien en ti, te sientes bien, estás sereno y si algún suceso no previsto puede alterarte un tanto, no es ni intenso ni duradero… porque cuando todo funciona bien en ti, estás en control de tus estados de ánimo y encuentras recursos para recobrar la serenidad de inmediato. Cuando todo funciona bien en ti eres feliz de que todo sea lo que es. 

   Esto es algo que ahora lees y ya lo sabes, pero quizás no lo aceptes porque no lo comprendes. Puedes saber cosas y no comprenderlas. Comprendes algo cuando la aceptas. Comprender significa: estar de acuerdo. Si no estás de acuerdo con algo no lo has comprendido. Ese es tu problema con la realidad. 

   Entonces, escritor, si no estás de acuerdo con la realidad porque crees que está mal, y que la realidad hay que cambiarla; algo está mal en ti. Y si algo como esto no te permite ser feliz y comprender al mundo en que vives ni a ti mismo, si escribes vas a continuar contaminando al mundo con tu opinión de que el mundo está mal y debe ser cambiado; porque tu vida se convierte en la de alguien que está en una fiesta y, sin embargo, se la pasa con el hígado a la vinagreta.
   Y tú, lector, si has descubierto que algo tampoco funciona bien en ti, procura buscar entonces lecturas de escritores que te muestren lo que pasa contigo.  

EL FIN

  

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