"Conozcámonos" es el nombre de un tema de Forodeliteratura.es donde yo tengo un hilo en el que escribo a menudo mis historias sobre cómo asumo el drama de escribir o la comedia de escribir o lo que sea... así comienza:
Saludos,
Es de pensar que poco pudiera importarle a alguien los esfuerzos de otro por conocerse, explicarse el mundo, orientarse en la existencia, etcétera ¡menos aun! cuando tal panorámica se inserta dentro de un camino tan variopinto y escabroso como, puede serlo, el de la literatura y, un tanto más, cuando quien lo expone es desconocido, venido a menos; pero entre los posibles lectores de este hilo que se inserta en la tan noble intención que propone “Conozcámonos”, puede haber ¡al menos uno! a quien le sea propicio ahorrarse algunas horas de trabajo al hallar atajos o sorpresas, si encontrara coincidencias con sus propias inquietudes existenciales.
En realidad, no me mueve ningún propósito pedagógico, no estoy buscando una tribuna, aunque no deje de serlo, de hecho; lo mucho o poco que he aprendido y puedo dar como sentado de su veracidad y confiabilidad práctica en mí mismo, lo he aprendido de otros que hicieron igual. Más bien, los que nos une, a todos los llamados buscadores que encuentran, es el factor común de bastante egoísmo, porque todo lo que hacemos, lo hacemos por nosotros, para nuestro beneficio, satisfacción y agrado, no por los demás, aunque ellos, indirectamente, se beneficien. Ya les diré cómo, más adelante. Cómo es que hago y cómo es que puedan beneficiarse otros.
Y para eso, me aplico yo a la literatura, tal como otros se aplican a tejer alfombras, otros a danzar girando en círculos u otros a cantar mantras en sánscrito. Ya aquí, casi entramos en el tema de los caminos, pero es prematuro hablar de eso ahora. De momento, hablaremos de literatura ¿qué es? ¿para qué la hacemos? ¿para qué y por qué escribimos? ¿para qué leemos? ¿cuál es el objetivo de tener una pasión por escribir o por leer? ¿qué perseguimos, qué buscamos, cuál es el objetivo de leer y escribir? ¿lo hacemos bien? o ¿no es tan así lo bien que lo hacemos o creemos que hacemos? y ¡desde luego! ¿cómo darnos cuenta darnos cuenta de la diferencia? ¡De esto! y de otras cosas afines, escribiré en mi hilo: Conociéndome en Conozcámonos.
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Tal como a todo el mundo, comencé a sentir atracción por escribir debido a mis lecturas. Por querer parecerme a los autores que leía y, hacer lo que ellos. Y tal como Dios hizo el cielo y la tierra y vio Dios que era bueno, pues así leía, escribía y la verdad es que, si no era bueno al menos, grato era lo suficiente como para querer continuarlo. Y como escribir no solo es un gustazo sino, también, un trabajo del cual se puede llegar a vivir, tal como otros viven de tocar piano, pintar cuadros, jugar pelota, nadar, o hacer zapatos o cualquier otra cosa también quise vivir de eso.
Pero si quieres ser escritor tienes primero que aclararte a tí, qué tipo vas a ser, porque para ser escritor, aparte de que hay que saber de casi todo, hay que saber qué tipo de escritor serás. En primer lugar encuentras el escollo de que en ningún sitio ¡que yo sepa! Te graduas de escritor. Se supone que los escritores estudien filología, filosofía y letras, derecho, historia del arte, licenciatura en historia, periodismo, sociología, comunicador cultural, etcétera, pero en esencia puedes tener un título de cualquiera de estas carreras universitarias no llegar a ser escritor por eso, y muchos escritores y hasta premios nobel de literatura no han tenido ningún diploma de altos estudios académicos. Siempre me llamó la atención que las primeras universidades comenzaron hace acaso trescientos años, y ¡desde mucho antes! ya había escritores importantes quienes habían sentado cátedra por derecho propio, los cuales hoy son clásicos sin haber tenido que soportar ir a la universidad. No voy a metenerme aquí en eso, pero habría mucho que decir sobre la educación académica, sobre la cultura y acerca de la misma civilización, en cuanto a al papel que desempeñan como deformadoras de la conciencia humana y de su responsabilidad con relación al sufrimiento y al deterioro emocional y ético del Homo sapiens, hay suficiente literatura escrita sobre el caso para llenar una bibilioteca.
Voviendo a los conejos de España, ya me había dado cuenta que existen escritores para entretener, para hacerte pasar el tiempo, quienes son como buenos amigos con los que la pasas bien, te ries, te diviertes o no, pero ni te vuelves más listo, ni aprendes nada útil, ni cuando terminas de leerlo, aplicarte a la lectura, hace que tu mujer hable o gaste menos o tu suegra te estime más. Otros, parecidos, no te divierten, pero te subyugan, te atraen, te enredan, te enganchan y por curiosear en las vidas que él se inventa te lees cientos de páginas como un tonto sin lograr ser mejor persona de la que eras antes de abrir el libro y sigues arrastrando una vida que supones aburrida si no lees otro texto; una existencia con prejuicios, pensamientos tristes, miedos, postergando acciones o tomando malas decisiones. Yo, al menos, no quise ser un escritor para niños con toda la importancia que pueda reconocerles, nunca me fue atractiva la literatura infantil tipo Gato con botas, o o Jack y los frijoles mágicos; tampoco los autores de aventuras para la edad heroica de los adolescentes, como Verne o Salgari, Jack London o Walter Scoot fueron mis ídolos ni me hizo querer seguirles con todo y que los leyera en su momento y los recuerde con ese gustillo de simpatía semejante a tener una relación de complicidad sana.
Mis lecturas de adolescencia comenzaron con Martí, Amicis, Herminio Almendros, con Ingenieros, con Vargas Vila, con Quiroga, con biografías de personajes célebres, con Dostoiesky, Zola.
También me di cuenta que muchos narradores continuaban apegados al tradicionalismo de contar historias con un argumento lineal que ponían más enfasis en lo que dicen o sea en el contenido de lo que cuentan, más que en la forma en que lo comunican; y otros, más actuales, que siguen siendo de esos que te entretienen, pero tienen más atención sobre cómo dicen lo que dicen que en lo dicho, como Heminway, Joyce, Yeat, Faulnek, kafka o Proust.
Y ¡catapum! Llegaron quienes tenían de mí o yo de ellos, donde encontré autores que me decían cosas que yo ya había pensado y me hicieron creerme que era como ellos o que ellos fueron como yo, porque leerlos era como conversar con personas que me decían cosas que nadie me había dicho y era como si me hicieran recordar cosas que había olvidado: Unamuno, Ortega y Gasset, Pappini… Gurjieff. Ouspenski, Nicoll
continuará...
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