lunes, 6 de septiembre de 2021

DE LA SERIE DE ARTÍCULOS: ASÍ ESCRIBÍ MIS LIBROS


CUENTOS DE OTRO MUNDO

 Por Eduardo N. Cordoví Hernández, Lawton, La Habana, verano del año 2021



Es mi único libro de cuentos.

Consta, actualmente, de tres partes principales; una Introducción o prólogo, que funciona como un relato más, donde se narra un fantástico origen del libro. El libro en sí mismo, formado por doce relatos y un Apéndice, formado por otros cuatro relatos, donde los relatos personificados o los protagonistas que en ellos intervienen; conversan con el autor.

En el texto principal, el personaje protagónico es un pueblo. Se trata de la historia humana vista desde la pespertiva de un reducido grupo social. En realidad, estos relatos me parecen muy emparentados con la poesía. Igual resultan mis más viejos textos y los que primero aplican, según mi criterio, como obras definitivas y no meros ejercicios de redacción. Lo escribí a principio de los años setenta del pasado siglo y lo releo y corrijo a veces hasta dos veces por año y siempre le encuentro algo que no está bien, sin embargo, es lo que considero mi mejor trabajo literario, aunque no mi mejor libro; porque no es más que un libro imaginativo, un libro producto de un esfuerzo, intencional, de decir algo velado, oculto, para que sea descubierto, y ya ¡Eso mismo! me parece una pretensión de querer decir algo importante, una pose o la creencia de tener algo que decir a unos y no a otros. Mis mejores libros son los más útiles ¡Útiles, para mí! aquellos donde me explico a mí mismo algo que aprendí, y escribo como resumen, para demostarme que lo asimilé, que lo comprendo y que puedo estar de acuerdo. Luego si alguien lo lee y le sirve, pues resulta un asunto accidental y ¡Me alegra! aunque solo sirva para que se dé cuenta de cuán tonto pudo ser el autor (yo).

Tengo el video de una entrevista a Jorge Luis Borges, donde refiere que durante una conversación le preguntaba a Alfonso Reyes: ¿Por qué publicamos? Y éste le contestó: Para no pasarnos la vida corrigiendo los mismos manuscritos.

Quiero relatar una anécdota sobre este libro. Tal, bien pudiera tener como título: X, Y, Z, en un cierto interés de generar una expectativa, pues el primer impulso nos lleva hacia otro sitio, digamos tan matemático como los ejes de coodenadas cartesianas para la representación del espacio; pero no ¿Acaso incognitas? Bueno, sí, pero no en plural, pues se trata de una incógnita y dejémoslo ahí, hasta tanto…

Este libro lo comencé a escribir a mediados del año 1973 y estuve añadiéndole cuentos durante casi veinte años, en 1993, ya había publicado mi libro Bebidas notables en la Editorial Oriente de Santiago de Cuba, obra que aunque tiene algo de anédotas, curiosidades, datos y opinión,  no llega a ser un ensayo y ni siquiera un texto que cualquier escritor pueda llamar literario a pesar de no ser tampoco un texto técnico y, ya con cuarenta y tres años de edad, tenía yo ganas de publicar un libro de más propiedad literaria. El caso es que pensé en armar un libro de cuentos con todos los que tenía más algunos relatos más, a fin de presentar algo con más cuerpo, como para como presentar un libro y no un simple folleto. Ahí intercalé algunos que no tenían nada que ver ni entre sí y mucho menos con la mayoría que formaba la historia mayor que vengo tratando.

Vino entonces el gran problema de titular a aquel mounstruo que se parecía más a Frankestein que a otra cosa. Me gustaba como título El camino de los pinos, por ser frase que se repite ocho veces en el libro haciendo referencia a la entrada o salida del pueblo y lugar relacionado con todas las incidencias que narran, pero tenía el asunto de los cuentos intercalados como relleno que nada tenían que ver con ese rollo. Con la ideal de tratar de ser o al menos aparentar ser original y asistido ya de la firme convicción de serlo, por el simple hecho de que desde niño por ser zurdo ya me sentía ser un bicho raro entre tanta gente diestra, decidí titularlo bajo el rótulo de Cuentos eduardianos y, con la mayor frescura, armé mis cuartillas en un legajo y me fui a la Editorial Unión, la cual radicaba en El Vedado, en la sede de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC. Allí me lo recibieron y me informaron que, más o menos, en un mes me daban noticias sobre su aceptación o no, para ser publicado y me daban un papelito con la fecha de recogida y un númerito bajo el título de mi libro.

No tengo que contar como pasé ese mes; aunque, para esa fecha ya estaba curado de espantos o más o menos, pues tampoco era tan pesimista que me la pasara todo el tiempo pensando en molinos de viento ni tan optimista creyendo que los caminos fueran perfumados, mullidos y coloreados con pétalos de rosas, pero al fin y al cabo vivimos en un mundo mágico donde la suerte es loca y a cualquiera le toca.

Al término me presenté en busca de la respuesta. Allí, la persona que me atendió me dijo que la obra había sido rechazada, pero… dado el dictámen elaborado por el lector especializado que realizó la evaluación, yo debía considerar hacerle algunos cambios al trabajo. Para ello, me dijo, que iba a dejarme leer el informe, algo que estaba ¡Absolutamente prohibido! Para evitar reclamaciones obvias, pero dado el caso era razonable que así lo hiciera. En efecto, me extendió una hoja de papel mecanografiada, la cual decía aproximadamente lo que sigue: Eduardo Cordoví Hernández, es un autor desconocido que tiene una forma de narrar nada frecuente en la literatura cubana, por lo que debe ser seguido. Tal como aparece no es publicable a menos que cambie el título, los cuentos (escribía los títulos de cuatro de los más extensos) los cuales no tienen unidad con el resto y los sutituya por otros que sigan la misma línea o considere la posibilidad de incluir ilustraciones que recreen escenas de la narración o paisajes del la misma, para ampliar la cantidad de páginas. También mencionaba algo de algunos giros que según su parecer eran propios del alemán y no del español, algo con lo que yo no estaba de acuerdo pues no tengo la menor idea sobre la lengua germana. Y firmaba X, Y, Z; para ocultar su identidad.

El individuo que me atendía me devolvió mi legajo y me dijo: Arregla eso y vuelve a traerlo lo más pronto que puedas. Y salí de allí tan contento como si me hubieran aceptado el libro, de hecho no era totalmente un rechazo.

En resumen, no me dolía cambiar el título; estaba de acuerdo con quitar los cuentos que citaba, con los giros germánicos no las tenía todas, pero si era el precio a pagar por que me publicaran pues ¡Santa Palabra! en cuanto a incluir dibujos no me hacía gracia, me daba idea de librito para niños y ¡Aunque no tengo nada contra la literatura infantil! tampoco quería parecer lo que no era. Ya el asunto de reescribir otros cuentos era otro cantar. Pero yo ¡Qué no escribía más que un cuento o dos por año! Escribí cinco en menos de una semana. De ahí salieron los cuatro que forman el Apéndice y la Introducción, la cual me dio pie para el nuevo título, que es el actual.

A la semana siguiente realicé la entrega en el mismo lugar. Estaba el mismo señor quien con una sonrisa afable me extendió un papelito para la recogida y me dijo lo mismo de la vez anterior: Vuelva en un mes.

Y pasó el tiempo y pasó, un águila por el mar…

Y allí estaba nuevamente, yo extendiendo mi recibito de reclamo de obra, no estaba esa vez el mismo individuo, sino una muchacha. Me entregó el manuscrito en un sobre y me dijo: Lo siento fue rechazado.

No sentí nada, fue raro. Tomé sobre, dije: Gracias, y me fui.

Cuando llegué a mi casa. Saqué el manuscrito y me puse a leer, una vez más después de de tantas veces durante veinte años. Leí la Introducción, y pensando hacerme un café para continuar leyendo, al ponerlo sobre la mesa cayó una hoja de papel suelta, que me llamó la atención, la tomé y ¡Oh, sorpresa! Era el dictámen del lector especializado que realizaba la evaluación, solo que esta vez era otro pues la firma no eran mayúsculas escritas a máquina sino un garabato a mano, decía así: Es un libro de cuentos que ni siquiera son cuentos. Apenas hay diálogos. Son como apuntes para cuentos que no llegan a cuajar. Es increíble que se acepten este tipo de obras en esta editorial. Por supuesto, no recomiendo su publicación.

Pensé un poco en lo ¡Absolutamente prohibido! que tanto estaba que los autores leyeran los informes de las lecturas especializadas, pero supongo que la muchacha olvidara sacar la nota. Esas cosas pasan. En fin, el tiempo volvió a pasar y al cabo de algunos años más, unos diecisiete, en el año 2010, cansado ya de tener mis libros guardados en gavetas sin encontrar ninguna editorial interesada en publicarlos, decidí ponerlos gratis en internet y descubrí Freeditorial.com un consorcio norteamericano que publica gratis y para descargar gratis, en español y otras lenguas, todos los libros que quieras; solo teniendo una dirección de correo electrónico y que la obra resista unos stándares mínimos de redacción. Con lo que terminé colocando allí todos mis libros hasta principios del año 2020 que decidí retirarlos, porque también se cansa uno de ser tan regalón.


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