O EL PROBLEMA DE NO SER PERSONA
Eduardo N. Cordoví Hernández. Lawton, La Habana. Cuba.
1.- Las personas valientes que se atreven a manifestar su descontento, desaprobación o no reconocimiento del derecho a gobernar de cualquier figura de poder dentro de un gobierno o del gobierno mismo ¿Tendrían derecho a disminuir, a abuchear, a ofender a quienes no lo hicieron?
2.- Las personas quienes, aun estando en desacuerdo con un gobierno tiránico, decidieran no manifestarse, no señalarse, no tomar partido, abstenerse, no participar ¿Son cobardes? ¿Pueden ser tratados de forma despectiva, como seres de segunda categoría? ¿Pueden ser desprovistos de las conquistas que, una vez derrocado un sistema opresor, pudieran disfrutarse?
3 y 4.- Las personas que fueron simpatizantes, emocionalmente proclives a una dictadura, que de alguna manera colaboraron, recibieron estímulos, facilidades y reconocimientos del estado por sus actividades de apoyo ¡Siempre que no condujeran a delitos o circunstancias de perjuicio para otras personas! ¿Se les puede tratar con hostilidad, maltrato, disminución de los derechos civiles y que ordinariamente cualquier ciudadano merece y/o disfruta?
Por regla general, sentimos en cualquier caso, en todos los casos ¡En todos! no solo en este; que debemos responder ¡Siempre! sin ambigüedades, una de dos: Sí o No. Tal es el paradigma instalado por la cultura y la tradición a través de las instituciones de todo tipo, porque tal arquetipo se basa en el principio de la separación, de la exclusión, de la dualidad en que todo es diferente, y de acuerdo con este postulado las respuestas, para cada una de estas interrogantes, serían distintas; Sí, para unas y No, para otras. Sin embargo, y por extraño que parezca, un nuevo modelo se impondrá en el III milenio en que ya vivimos, es el arquetipo ecológico de la inclusión, de la relación y la interconexión, donde las respuestas, para cada una de estas preguntas, es la misma; en lugar de un (Sí) o un (No) por separado, será un (Sí y No) juntos la misma respuesta para todas o casi todas, para no sonar drásticamente absolutos.
1.- Las personas valientes que se atrevieran a manifestar su descontento, desaprobación o no reconocimiento del derecho a gobernar de cualquier figura de poder dentro de un gobierno o del gobierno mismo, Sí tendrían derecho a disminuir, a abuchear, a ofender a quienes no lo hicieron; por una razón sencilla: Son libres de hacerlo, nadie se los puede prohibir, porque es su derecho natural inalienable hacer lo que elijan libremente y, hacerlo, es algo que se encuentra dentro de las reales posibilidades probables de poder hacerse. No se trata de hacer una ley para impedir que lo hagan, porque si alguien deja de hacerlo por decreto, entonces no tiene gracia que la gente sea buena. El mérito está en que ¡A pesar de que puedas hacer daño! elijas no hacerlo; pero si elijes no hacerlo por miedo al castigo, quizás buscarías la manera de poder evadirlo. Además, no hacer daño por miedo al castigo puede ser un beneficio para alguien, pero ¿Qué mérito tendría?
Y, No tendrían derecho a disminuir, a abuchear, a ofender a quienes no lo hicieron, por otra razón sencilla: El reconocimiento de la libertad que tienen otras personas, para haber elegido otra cosa distinta a la que eligieron ellos, no les permitiría disminuir esa libertad, porque es exactamente lo que los otros hicieron respecto a ellos; los otros permitieron que ellos se manifestaran o al menos no lo impidieron, aunque hayan podido criticarlo. Pero la crítica con respeto, nunca ha ofendido a nadie.
2.- En el caso de las personas quienes aun estando en desacuerdo con un gobierno tiránico decidieran no manifestarse, no señalarse, no tomar partido, abstenerse, no participar ¿Son cobardes? El caso es bastante ambiguo, porque las personas pudieron no hacer todo lo que no hicieron ¡También! por muchas otras razones. Supongamos como hipótesis que sí lo son, en tal caso tendríamos que preguntar ¿Y qué importa eso? ¿A quién le importa si los demás son valientes o cobardes? ¿No será que alguien está necesitando el desempeño de los valientes y lo que molesta de la cobardía de otros es que no poder manipularlos? ¿No será que a veces hay que ser muy, muy valiente para ser cobarde? ¿Y si alguien elige ser cobarde, acaso no está ejerciendo su derecho de ser libre? ¿No será, ser cobarde: una rara forma de valentía? ¿Pueden ser tratados de forma despectiva, como seres de segunda categoría? Bueno yo contesto con otra pregunta ¿Alguien lo merece? ¿Pueden ser desprovistos de participar de las conquistas que, una vez derrocado un sistema opresor, pudieran disfrutarse? Y volvería a preguntar ¿Pero no eran esas las características propias de otra tiranía? ¿Es que acaso esta tiranía es menos repulsiva o más justa que la anterior? ¿Dejaría por eso de ser tiranía? Pero contestaré de todas formas a estas preguntas, solo que las contestaré en el siguiente párrafo donde comento el punto tres, ya que tiene la misma respuesta.
3.- Las personas que fueron simpatizantes, emocionalmente proclives a una dictadura ¿Se les puede tratar con hostilidad, maltrato, disminución de los derechos civiles que ordinariamente cualquier ciudadano merece y/o disfruta? ¿Pueden ser tratados así? Y la respuesta sería: ¡Pues claro que Sí! ¡Poder se puede! Si no se pudiera las personas no serían libres. Hay que terminar por comprender que lo que marca la diferencia, en todo momento es que es precisamente la putísima Libertad la que nos da la oportunidad de ser responsables de elegir cuándo vamos a ser civilizados, inteligentes, fraternos, comprensivos, amistosos, pacíficos y cuando vamos a ser todo lo contrario. No estoy hablando de justicia. La justicia es una masturbación mental, ya que no existe más que en la cabeza de la gente que se cree muy inteligente. La justicia no existe en la Naturaleza. La justicia es una ilusión, igual que lo son las fronteras geográficas de las naciones o los conceptos morales: hoy son y están y mañana pueden dejar de serlo, pues no son más que ideas, palabras, puntos referenciales sin basamento sólido, son solo palabras escritas que hoy son justicia y mañana puede que no; recuerde a María Antonieta a los treinta y siete años de edad, un día: reina de Francia y ¡Unos días más! una mujer sin cabeza.
No significa que considere innecesarias las leyes ni el concepto de justicia, pero tampoco más que eso.
Todo esto de tener o mantener cierta ojeriza con quien piensa diferente, con quien no coincide con nuestras opiniones o con quien habiendo estado alguna vez de acuerdo con nuestras ideas ¡Un buen día! deja de hacerlo, disiente o se cambia de bando; tiene que ver con nuestra creencia errónea de que somos iguales, cuando en realidad no lo somos. Creemos verdad, una mentira. Quien piensa distinto no es un enemigo, solo es otro que piensa diferente. Si creemos que la libertad es algo estupendo, y si ¡De verdad! queremos pensar que podamos ¡Ciertamente! ser todos iguales un poco en algo ¿Por qué no respetar que otro elija tener otra idea? El asunto, en realidad, parte del criterio egotista de querer que los demás se nos parezcan, porque decimos que amamos a la humanidad, y que somos amistosos, pero en verdad, no lo somos, lo que en realidad queremos, lo que amamos de veras en el otro es: ¡Al otro que en ellos! se nos parece; y es así, porque ese otro, nos dará gusto, sería nuestro doble. Ahora pregúntate: ¿Por qué alguien tendría que ser cómo tú o pensar cómo tú? Si amas a alguien quisieras que fuera libre, aunque su libertad no te incluyera. No encuentro una definición mejor, para explicar el amor. Si amas a los demás, para que te sirvan en plan de que seas feliz, te has convertido en un manipulador. Ahora piensa ¿Por qué otra persona tendría que ocuparse en hacerte feliz, siguiéndote en tu línea de pensamiento y acatando tus criterios; en lugar de hacerse feliz a sí misma, teniendo pensamientos y criterios propios? ¿Te parece justo eso? ¿No parece eso un tilín abusivo?
Amamos a nuestras ideas en los demás, pero ¡No! a ellos. El asunto de la civilización y el desarrollo moral, el asunto de la evolución y de la madurez emocional, el tema de si somos inteligentes o no es cuando nos vemos tal cual somos, cuando logramos ver que no somos tan buenos, ni tan nobles, ni tan justos, ni tan civilizados y morales como nos creemos. Todos tenemos un mundo sombrío, oscuro, en las tinieblas de una ignorancia obstinada y subconsciente, es el mundo que reúne toda nuestra problemática infantil irresuelta, todas las incongruencias y dudas de un ser de sesenta centímetros, desvalido dependiente, en medio de un mundo hostil de gigantes que lo saben y lo pueden todo. Todos somos en alguna medida un niño que no terminó de crecer emocionalmente, pero que ahora tiene cuerpo de persona adulta y no quiere reconocerse débil, ingenuo, torpe e ignorante.
Nunca existirán ciudadanos justos ni realmente libres si antes no existen personas individualmente maduras, individuos felices, personas que hayan hecho consciente la totalidad de su ser aceptando que tiene seguir viviendo con sus instintos animales a los cuales su estado adulto y el conocimiento de que es tan torpe y ruin como los demás, así como es tan digno de respeto como los demás. Esto es la esencia de lo que quiso decir Karl Jung cuando escribió estas ideas:
Pensar es dificil, es por eso que la mayoría de la gente prefiere juzgar.
Nadie se ilumina fantaseando figuras de luz, sino haciendo consciente su oscuridad.
Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida y tú lo llamarás destino.
La realidad del ciudadano medio en, vamos a decir: casi, cualquier país del planeta, pero mayoritariamente en los del tercer mundo, es la de exigir libertad de expresión cuando ni siquiera usa su libertad de pensamiento; porque tiene libertad de pensamiento, pero es esclavo de sus hábitos, creencias, prejuicios (a los cuales llama con error sus opiniones, ya que son los paradigmas impuestos por la cultura, la tradición, etcétera) como patrones inmovilizante de su conducta.
En cuanto a la libertad de expresión ya quedamos en que ¡Expresarse! Puede. Lo que tiene limitado es la amplitud y la calidad de la expresión; o sea, en cuanto a lo primero: puede escribir un libro, pero publicarlo le resultaría muy difícil y hasta imposible; puede hacer comentarios con sus amigos, pero no dar un discurso público en un parque y ¡Mucho menos! en la radio, etcétera. En cuanto a lo segundo: cantar loas al gobierno, aunque no sea tampoco tarea fácil, quizás consiga abrirle paso dentro de un sistema totalitario.
Al final, la mayoría no quiere ser libre, porque serlo implica ser responsable. Para ser responsable hay que pensar, pero es más fácil juzgar que pensar. Es más cómodo tener a quien poder echarle las culpas.
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