jueves, 23 de febrero de 2023

SOBRE SER PERSONA


LO DESCONOCIDO DE LOS PROCESOS DE CAMBIO Y ¿QUÉ ES SER PERSONA?

   Si el psiquiatra argentino Jorge Bucay no ha sido quien mejor ha expuesto en idioma español el asunto de la Libertad, al menos ha sido uno de los que mejor lo ha explicado. Lo aprendí de él, igual con sus libros pasé a conocer a Virginia Satir; con lo que tengo mucho que agradecerle en el sentido de mi formación ulterior como ser humano.
   El, Modelo del proceso de cambio, y que hoy se conoce con el añadido: de Virginia Satir, fue desarrollado por ella a través de estudios clínicos. Una de las ideas más novedosas de la investigadora norteamericana fue que: 
  
  El problema presentado pocas veces es el problema real, en tanto que la forma que tiene la gente de encarar el problema presentado, es la que crea el problema real.
   La sociedad está formada por individuos de la especie Homo sapiens, pero no podemos hablar en términos de sociedad humana hasta tanto estos individuos se hayan vuelto personas, pues no basta con que hablemos, veamos TV, leamos la prensa, discutamos de fútbol o asistamos al Ballet.
   De los permisos que Virginia Satir llamaba: inherentes a ser persona, cualquiera que tenga en falta, alguno de estos cinco permisos; no puede decir que lo sea. Y uno se preguntará ¿Qué otra cosa podría ser, si no es una persona? Será, con seguridad, un ser humano, tal vez también un individuo, pero... NO una persona, porque ser persona es mucho más. (Dice Bucay).
1.- Me concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.

2.- Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.

3.- Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.

4.- Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos.
5.- Me concedo a mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
   Estos permisos tienen la finalidad de alinear el pensar lo que se siente, con el decir lo que se piensa y con hacer lo que se dice. Algo que no es tan fácil como se lee. Empezando con que no es solo pensar lo que creemos que sentimos, o con lo que nos han hecho creer que sentimos o con lo que otros piensan que debe ser sentido; porque ¡De eso! parte toda actividad manipulativa, todo dominio sutil como pueden serlo la subyugación hipnótica, la seducción interesada, el chantaje emocional o la abierta imposición coercitiva.
   De estos cinco permisos, de los cuales, uno puede estar de acuerdo con facilidad al leerlos, quiero detenerme en el tercero, por cuanto puede no quedar bien comprendido para muchos. Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.
   Esto significa ser libre, porque determina la autonomía personal. La persona es autónoma porque tiene el poder (sin que tenga que esperar a que nadie se lo dé ¡Esto lo aclaro más adelante!) de establecer sus propias normas sin que los demás tengan que coincidir, y sito un ejemplo. Si estoy de acuerdo con la idea ¡Por haberla comprendido! de que nadie tiene capacidad de alterar mis emociones, porque mi tranquilidad es algo que decido y que ¡Si pierdo semejante equilibrio! se debe a lo que pienso sobre la realidad, entonces, sabiendo que no estoy en capacidad de comprenderla por completo, igual puedo elegir mi conducta y no dejar que sea una reacción automática, sino consciente.
   Este punto ¡Me parece tan importante! porque es de lo menos conocido o reconocido sobre el tema, no solo porque las personas tienden a olvidarlo, sino porque el entorno social, las costumbres, los prejuicios y otras tantas disposiciones no escritas como las que subyacen en el subconsciente; coadyuvan a impedir que se establezca como algo genuino.
   Más arriba dije: la persona es autónoma, porque tiene el poder de establecer sus propias normas sin que tenga que esperar a que nadie se lo dé, y lo aclaro ahora; no tiene que esperar a que nadie se le dé ese poder, pero necesita que se le recuerde, aun cuando es algo que debía tener siempre presente, ya que es un mecanismo de defensa, un recurso natural y reconocido lícito, de auto conservación. Tal es el caso de lo que se conoce como el Derecho Miranda o La advertencia Miranda, que se ha establecido como procedimiento policial de rutina, para evitar la violación del derecho constitucional a no auto incriminarse, garantizado por la Quinta Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos conocido como el derecho a guardar silencio. 
 Así las cosas, tenemos que; en el caso del segundo grupo de personas, que analicé en el artículo titulado: Problemática de la libertad mal comprendida; Ellas, por las razones que fueren, deciden no tomar partido, no manifestarse, abstenerse, no participar y ¡Eso está bien! Puede que semejante conducta restrinja las posibilidades del primer grupo, por cuanto siendo el grupo activo o ejecutor de cambio, no llegue a establecer cantidad crítica, para efectuarse, actualizarse o llegar a término, y ¡Por supuesto! retardaría el resultado, afectaría el éxito. Pero debemos hacer notar que se trata de un éxito colectivo o sea, de ¡Todos! y ante tal circunstancia los del primer grupo solo tienen (la una) parte del derecho, para sentirse agraviados; porque (a la otra parte) les pertenece a los del segundo grupo y hasta a los del tercero, con lo que no queda razón para el agravio, pues todos no hacen más que hacer ejercicio de la libertad que tienen, y nadie tiene derecho a decidir por otro la forma en que aquél dirige su autonomía y juzga cómo vive y decide su vida, incluso aunque retarde su propio beneficio, si así le parece mejor.
   Es muy probable que, aun estando claro, haya alguien que no lo vea y, por eso, conviene hacer una aproximación más notoria.
   Es común en tiempos de cambio que se pongan de manifiesto actitudes exaltadas, intolerantes, fanáticas, intransigentes, ofuscadas y que esto suceda, es buena parte del problema real que, según Virginia Salir, es creado por la forma en que la gente encara un problema inicial, y que, según ella, pocas veces es el problema real. 
Vamos al ejemplo del problema inicial de los desacuerdos socio-políticos, económico-políticos o socio-económicos, más claro entre las estructuras de poder y la sociedad, estos diferendos a lo largo de la historia se han visto matizados de múltiples horrores, vilipendios, excesos, crímenes, boicots, complots, traiciones, espionaje, violaciones de acuerdos, guerras y revoluciones… ¡En fin! Cumbres y abismos desde lo sublime a lo ridículo, pasando por lo trágico donde no siempre se sabe quiénes son los buenos ni los malos y cuando parece que se sabe resulta que aparece una extensa lista de autores en contra, esgrimiendo documentos, testigos y revisiones.
   En medio de este mare magnum, que es el problema inicial, encontramos como dicho, los grupos citados: 
1- Los decididos a favor de derrocar al tirano, al rey opresor, al esclavista o al estado 
2- los que se abstienen y 
3- los que lo apoyan aun sufriéndolo.
Y aquí aparece la forma de encarar o resolver el problema inicial: En el primer grupo, el de los decididos ¡Por serlos! Estos son más enérgicos, emprendedores, arriesgados y piden, reclamando hasta la exigencia, al segundo; y critican, atacando hasta la amenaza al tercero.
   Y, como dice la Satir, en la forma de solucionar el problema inicial aparece el problema real: Todos los implicados: los del primer grupo, los del segundo, los del tercero y el cuarto, formado por todos quienes forman la estructura de poder a todos los niveles… ¡Todos! afrontamos el problema de no ser personas. Esto constituye una gran dificultad porque le anteceden otros dos problemas primordiales: por su orden, el de no saberlo o el de creer que ya se es persona y el segundo es no saber cómo serlo. Pero ¿Por qué? ¿No basta con ser humanos?
   Voy a decirte por qué no basta: 
   No basta porque los seres humanos son formados de forma natural ¡Y valga la redundancia! por la Naturaleza, por Dios, por el Big Bang o por vaya, usted, a saber; no es ése el caso ahora. Ser humano es una etiqueta que se ha puesto el Ser Humano, a sí mismo, para diferenciarse de los otros bichos que pueblan el vecindario, de momento. No digo que no sea distinto de los otros animales, pero se diferencia bastante poco de ellos, porque usa su capacidad de ser consciente (y esta es su mayor o quizás única diferencia) para creerse que es mejor que todos lo demás, porque oye música, discute sobre ideas abstractas y fabrica aparatos que considera espectaculares (sin que quiera decir que no lo sean) entre otras muchas cosas que se cree de forma equivocada y, de las cuales, quizás pueda más adelante realizar un curioso resumen limitado.
   Veamos el siguiente ejemplo; los perros guían a los ciegos, descubren criminales, salvan a alpinistas, ayudan en las cacerías, tiran de los trineos, realizan acrobacias, pastorean rebaños, alertan, defienden, protegen, dan compañía, entretienen… pero en esto solo hay un valor como especie y, en tal sentido, un perro es idéntico a todos los perros que han existido, a los que existen y a los que existirán, salvando ¡Claro está! las distancias entre las diversas variedades o razas y la mayor o menor inteligencia que pueda tener cada uno por separado; pero ningún perro ¡Por más inteligente que sea! tiene la inquietud de destacarse más que otro, ni interés en ser policía, actor de circo o pastor de ovejas, hace lo que hace porque es entrenado bajo la dirección e influjo de la voluntad del amo, quien lo estimula dándole golosinas y palmaditas cuando hace lo que el amo quiere y no dándoselas o dándole en su lugar un castigo, cuando hace lo contrario. 
   Se habla del perro como el mejor amigo del ser humano; pero, aunque podamos hablar de afecto, relación, cariño y de todos los demás sentimientos nobles que cualquiera quiera añadir, de lo que en realidad se está hablando es de dependencia, de conveniencia y de servilismo. No por gusto llamarle ¡Perro! a alguien constituye algo poco enaltecedor y ha pasado, por eso, a ser lugar asistido como insulto.
   Es por eso que el perro no tiene libertad, como tampoco la tienen los pájaros y sin embargo es lugar común hacer referencia a los pájaros como los máximos exponentes de la libertad. Y no la tienen porque no deciden nada, no tienen voluntad, criterio, opinión, son juguetes de las circunstancias externas, no tienen en su interior un centro de comando capaz de diferenciar, de discernir, solo tienen una inteligencia mecánica de Si o No, que los automatiza, los robotiza.
   Escapar del dualismo separador y condicionante del Sí o el No que nos animaliza, y comprender el principio de inclusión que establece poder reunir sin contradicción al Sí y al No, mediante la aceptación ecológica, que nos humaniza, es un salto hacia una posible evolución de verdadera humanidad y comenzar a dejar de ser un proyecto de ser humano que es lo que somos ahora mismo mientras sigamos matándonos unos a otros. 
   El caso es que tal conciencia, esa que el humano tiene, debía desarrollarla y usarla para darse cuenta que no es consciente; para darse cuenta de que toda su vida no es más que una serie de acciones prediseñadas, automáticas, típicas, previstas, programadas, repetitivas que lo condicionan a un servilismo comparable al del can del párrafo anterior.
   Esto se pone en evidencia durante los procesos de cambio. En tiempos tales los grupos oponentes y sus distintas vertientes de opinión, todos los cuales protagonizan la búsqueda de la solución de un problema inicial X, son incapaces de sostener diálogos de discusión civilizada en busca de acuerdos capaces de traer mejoras ¡Al menos! a una mayoría ya que resulta muy difícil satisfacer a todos; ninguno de los grupos en pugna quiere dialogar nada, se considera una debilidad; cierta o no, se argumenta que el otro grupo miente y, en esta dicotomía mezcla de verdades y mentiras de ambos lados, mezcla de intereses mezquinos de ambos lados; afloran las aristas del verdadero problema: quienes discuten no han llegado a ser personas.
Bueno, ya lo expliqué antes cuando comentaba sobre los perros, pero algo más se puede añadir., quizás pueda más adelante realizar un curioso resumen limitado.
   Veamos el siguiente ejemplo; los perros guían a los ciegos, descubren criminales, salvan a alpinistas, ayudan en las cacerías, tiran de los trineos, realizan acrobacias, pastorean rebaños, alertan, defienden, protegen, dan compañía, entretienen… pero en esto solo hay un valor como especie y, en tal sentido, un perro es idéntico a todos los perros que han existido, a los que existen y a los que existirán, salvando ¡Claro está! las distancias entre las diversas variedades o razas y la mayor o menor inteligencia que pueda tener cada uno por separado; pero ningún perro ¡Por más inteligente que sea! tiene la inquietud de destacarse más que otro, ni interés en ser policía, actor de circo o pastor de ovejas, hace lo que hace porque es entrenado bajo la dirección e influjo de la voluntad del amo, quien lo estimula dándole golosinas y palmaditas cuando hace lo que el amo quiere y no dándoselas o dándole en su lugar un castigo, cuando hace lo contrario. 
   Se habla del perro como el mejor amigo del ser humano; pero, aunque podamos hablar de afecto, relación, cariño y de todos los demás sentimientos nobles que cualquiera quiera añadir, de lo que en realidad se está hablando es de dependencia, de conveniencia y de servilismo. No por gusto llamarle ¡Perro! a alguien constituye algo poco enaltecedor y ha pasado, por eso, a ser lugar asistido como insulto.
   Es por eso que el perro no tiene libertad, como tampoco la tienen los pájaros y sin embargo es lugar común hacer referencia a los pájaros como los máximos exponentes de la libertad. Y no la tienen porque no deciden nada, no tienen voluntad, criterio, opinión, son juguetes de las circunstancias externas, no tienen en su interior un centro de comando capaz de diferenciar, de discernir, solo tienen una inteligencia mecánica de Si o No, que los automatiza, los robotiza.
   Escapar del dualismo separador y condicionante del Sí o el No que nos animaliza, y comprender el principio de inclusión que establece poder reunir sin contradicción al Sí y al No, mediante la aceptación ecológica, que nos humaniza, es un salto hacia una posible evolución de verdadera humanidad y comenzar a dejar de ser un proyecto de ser humano que es lo que somos ahora mismo mientras sigamos matándonos unos a otros. 
   El caso es que tal conciencia, esa que el humano tiene, debía desarrollarla y usarla para darse cuenta que no es consciente; para darse cuenta de que toda su vida no es más que una serie de acciones prediseñadas, automáticas, típicas, previstas, programadas, repetitivas que lo condicionan a un servilismo comparable al del can del párrafo anterior.
   Esto se pone en evidencia durante los procesos de cambio. En tiempos tales los grupos oponentes y sus distintas vertientes de opinión, todos los cuales protagonizan la búsqueda de la solución de un problema inicial X, son incapaces de sostener diálogos de discusión civilizada en busca de acuerdos capaces de traer mejoras ¡Al menos! a una mayoría ya que resulta muy difícil satisfacer a todos; ninguno de los grupos en pugna quiere dialogar nada, se considera una debilidad; cierta o no, se argumenta que el otro grupo miente y, en esta dicotomía mezcla de verdades y mentiras de ambos lados, mezcla de intereses mezquinos de ambos lados; afloran las aristas del verdadero problema: quienes discuten no han llegado a ser personas.
   Bueno, ya lo expliqué antes cuando comentaba sobre los perros, pero algo más se puede añadir.

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