domingo, 31 de diciembre de 2023

LA VERDAD DE LA VERDAD

 PREÁMBULO SOBRE LA VERDAD

Eduardo N. Cordoví Hernández

Digo que la verdad no es sólo una categoría filosófica, sino la única que afecta, explica o niega y afirma, a todas las otras. Digo así, porque es la autoridad del poder, ya que es la única que hace valer la existencia de las cosas. De este modo, la verdad es la afirmación suprema del Sí y su opuesto, la Mentira, su negación, la maximización del No.

No me refiero a la verdad sobre cierto suceso, sobre algún chisme, sino a la Verdad de las verdades, a la verdad sobre los sucesos más trascendentales, elementales y primarios, acerca del origen de todas las cosas. 

Aclarado esto, vamos por partes: La Verdad de la verdad es que todo el mundo la está buscando interesado en encontrarla y no sería nada desacertado suponer que quien la encuentre, y considere que tal verdad resulte que va contra sus intereses, hará todo lo posible por hacerse el sueco, esconderla, y continuar buscándola, como si no hubiera aparecido. No creo que sea desacertado que ya pudiera haber ocurrido, al menos está dentro del cálculo lógico de las posibilidades. No me la doy de filósofo sesudo ni pretendo crear notoriedad como conspiranoico, sólo estoy en ejercicio de mis inquietudes literarias desarrollando un tema en el género narrativo de ensayo.

Juro solemnemente, refiriéndome a la verdad, que no la tengo, que no sé quién la tiene ni sospecho quien pudiera tenerla. Juro, más solemnemente todavía, que no me interesa donde pueda estar y que no la estoy buscando. Sólo me gusta comentar el asunto, después de haber pensado un poco sobre él y según mis conclusiones ¡Tal cuestión!, no vale la pena. No estoy diciéndole que no la busque, si acaso le interesa; me estoy dirigiendo a un sector de la atención pública de las personas semejantes a mí, quienes cómo si fueran diapasones, están graduados para vibrar en la misma frecuencia que yo y resonar conmigo, y por lo tanto constituyen un grupo discreto, restringido, digamos una cierta élite minoritaria o sea selecta, que no se opone a que el resto busque la verdad de la forma que mejor crea o que busque cualquier otra cosa.

¿Quiénes son los que buscan la Verdad o qué representa ese, todo el mundo, que anda en su busca?

Bien, en nuestros tiempos actuales, ya que estamos en el año 2023, terminando febrero, esa Verdad de la que hablo y no de otra, la buscan los físicos teóricos, los astrofísicos, los biólogos nucleares, los químicos, los microbiólogos, los virólogos, los matemáticos y, en tres palabras, todos los científicos. Y todos los científicos representan: La Ciencia.

Para quienes no han pensado mucho en este caso, les digo que, lo que llamamos La Ciencia, es una palabra para nombrar a la categoría que recoge todas las disciplinas académicas que no pertenecen a la categoría de Humanidades, o sea filólogos, lingüistas, periodistas, historiadores, musicólogos, etcétera quienes por supuesto ¡Faltaba más! También andan buscando la Verdad, pero van por otro rumbo y, aunque también funcionan de la misma forma, tienen, sobre el particular, una importancia secundaria. Pero ya eso es, tema aparte.

Regresando a la Ciencia, se trata de una gran institución con una arquitectura de jerarquías de poder, con autoridad para distribuir el derecho a ejercer el conocimiento y a buscar a la Verdad.  Es algo así ¡Cómo la Iglesia! pues se asientan en grandes templos como catedrales, llamadas Universidades, sólo que no tienen papa, pero sí muchísimos catedráticos que, como los cardenales, también usan togas, birretes, otorgan diplomas, altas distinciones, premios, doctorados, magisterios y maestrías.

En lo que ha dado en llamarse, la vida real ¡La verdad verdadera! De cierto os digo que la Ciencia no la ha encontrado todavía y, aunque históricamente ha creído encontrarla varias veces, sólo tiene para ofrecer las últimas noticias de su búsqueda, las cuales intentan ser alentadoras, llenas de esperanzas sobre un futuro esplendoroso, pero también plagadas de más dudas. En resumen, sólo brinda nuevas hipótesis y, lo más cercano a la Verdad, son algunas teorías que funcionan hasta un límite y que, a partir de ahí, funcionan otras teorías, lo cual no es lo que debía ser todo lo cierto que se piensa que es como debiera ser. De rato en rato, se descubre que ¡aquéllas! las teorías que se tenía como más cerca de la verdad, no lo son tan, tan, tan, y hay que echar mano a alguna hipótesis de última hora, para seguir tirando.

Es muy de notar que, la Ciencia, también está formada por otro gran grupo, no puedo decir que sea mayoritario, pero sí creciente, de otros científicos, también reconocidos, también con doctorados y diplomas y que, en algún momento recibieron autorización para ejercer sus conocimientos y para buscar la verdad, «pero» que, por alguna razón u otra, disintieron de lo que la mayoría oficialista acepta como cánones y comenzaron a ser mal vistos, a ser llamados charlatanes, a meterlos en manicomios por pensar que estaban locos, o a retirarles la autoridad a sus diplomas y los permisos de ejercitar sus conocimientos.

Aquí yo, quien soy un pobre estúpido, que cree que piensa, me pregunto ¿Y si estos que hoy son acusados de ir por un rumbo equivocado fueran los que tienen el poder, los mentirosos no serían los que hoy los acusan? Todo es muy ambiguo, muy relativo y también muy sospechoso. 

Tales científicos que piensan diferente, como los que ejercen ideas complementarias o alternativas, llamadas anticientíficas, digamos que son una minoría, pero una minoría de profesionales que se arriesgan a perder sus títulos universitarios después de años de estudios ¿No tienen acaso derecho a opinar distinto? ¿Qué dicen las democracias sobre eso? ¡Ah! creo que dicen que no tienen jurisdicción sobre temas científicos, pero ¡Qué viva la Ciencia! Y muy por supuesto, también la libertad.


SUCINTO COMENTARIO SOBRE LA VERDAD DE LA VERDAD

Lo primero es la verdad, luego pensamos sobre ella. Es casi una ley. Yo diría un axioma. Pero no es tan fácil. Hay que explicarlo porque de forma general creemos que la verdad aparece cuando pensamos, creemos que pensar hace aparecer a la verdad. Pensamos que pensamos.

Siempre tengo que volver al pasaje del Nuevo Testamento, cuando Jesús no le responde a Pilatos la pregunta: ¿Cuál es la verdad? Y ¿Por qué no le responde? Yo digo que no le respondió porque no se puede. Es como cuando intentas dividir cero entre la unidad: el resultado es indeterminado, no tiene solución. No procede, esa es la respuesta, pero sigue siendo incompleta, es como si no existiera; pero algo avanzamos con ella. 

Para hacernos al menos una idea remota siguiendo la frase del inicio definimos que la verdad es la realidad. 

Si la realidad es como el filme que ocurre en la pantalla, la verdad sería un fotograma de la cinta. Así de sencillo. El símil es bastante bueno, sólo que lo explico en dos dimensiones. Pero vivimos en cuatro, de las cuales, sólo tenemos acceso a tres. Ancho, alto y largo. La cuarta dimensión es el tiempo. Pero hagamos un esfuerzo… ¡Uff! (Yo haciéndolo) porque, en realidad el tiempo, no es una dimensión espacial. Pero logra explicar más o menos bastante bien el supuesto; al menos para entender por qué ocurren ciertas cosas, que no se logran explicar –bien o mejor– por otros medios sencillamente porque no estamos diseñados para comprender tal cosa.

Cada una de las dimensiones (Ancho, alto o largo) es perpendicular a cualquiera de las otras, o sea que están todas a noventa grados entre ellas, tal como matemáticamente son representadas en el eje de coordenadas cartesianas, y que todo el que ha pasado por la enseñanza secundaria conoce. Si la cuarta dimensión supuestamente fuera el tiempo, esta nueva dimensión debe cumplir también la propiedad de ser perpendicular a las otras tres. Dadas las circunstancias de no poder graficarse esto, ya que no contamos con el hardware necesario para apreciar tal conjunción; podemos, sin embargo, representar una línea del tiempo –del cual sí tenemos, para apreciarlo por separado– y asumir que ya le vienen incorporadas las tres dimensiones espaciales. Bien, esta cuarta línea del tiempo es también cortada a noventa grados por una quinta dimensión que llamamos eternidad; es en este punto de perpendicularidad, donde ocurre el momento presente. A partir de ahí es ya otra historia que no tiene caso continuar.

Es bueno dejar claro que, aunque vivimos en tres dimensiones no apreciamos la realidad tridimensionalmente. Lo vemos todo en dos dimensiones, en escorzo. Vemos todo desde un punto focal, no como es realmente, vemos un reajuste, un reacomodo geométrico, vemos un esfuerzo óptico de la biología para que agarremos algo del pastel. Quiero decir que, si ves de frente una pirámide no ves una pirámide, lo que ves es un triángulo.

En tres dimensiones, la realidad es cualquier evento ocurrido en algún momento de la historia. Lejana o próxima. El futuro no cuenta, de momento no ha llegado, no tiene registro. La verdad, entonces, es cualquier suceso aislado, extrapolado de cualquier momento en que haya ocurrido.

Vayamos a cualquier punto de evento… cada uno tuvo una única existencia, al menos para el universo conocido; es decir, tuvo una realidad. Cada hecho, evento, incidente o accidente es una Verdad. La suma de todos los acontecimientos que fueron actualizados en el presente, son la Realidad.

Visto así, tengo que considerar que, como dije al principio: Lo primero es la verdad, luego pensamos sobre ella o lo que es lo mismo, lo primero es la realidad, después elucubramos o sea la inventamos.

No hay que ser muy inteligente para darse cuenta que; a cada evento, fenómeno, situación, incidencia, accidente, acontecimiento, o cosa que ocurra, acaezca, suceda, venga, llegue o pase le corresponden una enorme cantidad de razones para haber sucedido de la única manera que pudo ser manifestada y que ésta, su única, singular, precisa, exacta, rotunda, impar, exclusiva, etcétera es: su Verdad, y que una vez que deja de ser presente para ser historia, la verdad desaparece y sólo quedan opiniones, criterios, comentarios, cuentos, fabulaciones, o sea, que eso que llamamos Historia, son historias que no tienen nada que ver con la verdad; son ficciones, desatinos, devaneos, razonamientos, aproximaciones sesgadas por intereses, modos de pensar, formas de apreciar, gustos, mayor o menor gracia para narrar, en fin, cualquier cosa menos algo que ver con la verdad. 

De ser así lo que regularmente llamamos la verdad no es más que la coincidencia de criterios que comparten un grupo de personas que tienen afinidad precisamente por estar de acuerdo en sus ideas y que discrepan con otros grupos de personas que piensan diferentes, porque sus opiniones, lo que creen cierto sobre determinado hecho, constituye, para ellos, la verdad.

Ya lo dije y repito; una vez pasado el momento presente en que ocurre cualquier cosa, su realidad se pierde, su verdad se diluye en toda la cantidad posible o potencialmente probable de observaciones susceptibles de opinión y, por tanto, deja de existir. Por eso Jesús no le responde a Pilatos.

Por eso digo que eso que regularmente estamos llamando ser la verdad, no es más que la coincidencia de opiniones que tiene un grupo de personas, acerca de la veracidad o desacierto sobre los detalles de la ocurrencia de un hecho y, tal concurrencia, entra en conflicto contra la de otros criterios que puedan tener otros grupos humanos sobre el mismo tema. Esto sobreentiende que la realidad única, precisa, exacta, singular, impar de cualquier cosa que pueda llegar a manifestarse, no existe o deja de existir apenas pasa, del momento presente, al pasado y, por tanto, su verdad queda diluida en el manojo –y el manejo– de las opiniones susceptibles de surgir.

Esto tiene una importancia trascendental, para lo que hemos estado entendiendo hasta ahora por literatura, cultura, tradición. Acerquémonos más a los detalles.

Si todo lo antes dicho es así, quedaría que, sobre cualquier cosa que uno vaya a escribir, primero acontecen los hechos, luego pensamos sobre ellos y lueguito escribimos nuestros pensamientos al respecto. Todo se altera cuando vemos que lo escrito por todos y lo que todos han escrito antes que nosotros, no es la verdad. Sólo traficamos humo y espejos, opiniones, irrealidades, imágenes de verdades que tuvieron existencias reales que ni siquiera los testigos presentes lograron captar, porque estuvieron sesgadas por sus prejuicios, sus niveles de apreciación, de información, estado de cultura, anímicos, empatía, simpatía o gusto, diferencias de caracteres, circunstancias, puntos de vista, y, sobre todo, in-te-re-ses de todo tipo.

Si todo lo antes dicho es así, nos hemos estado matando unos a otros durante siglos por asuntos que no son ciertos, por apreciaciones falsas, por criterios Nos hemos estado matando unos a otros por gusto pero con disgusto, por asuntos de poca importancia a las que le dimos demasiada y por valoraciones imprecisas expresadas por personas con elocuencia, vale decir personas con el don de la palabra o simplemente gente que le gusta hablar mucho o simplemente con gracia para narrar o talento para escribir. Me refiero a políticos que dirigen o enardecen pueblos, a filósofos que inspiran a políticos, a militares que atizan soldados, poetas y/o narradores que adormecen pueblos…

Si todo lo antes dicho es así, entonces, escribir ha de tener una dirección diferente otro propósito que no es el que ha tenido hasta ahora. Hasta ahora, hemos vivido en la realidad de vivir atados al pasado, viviendo para el futuro; pero si resulta que la realidad sólo existe en el presente inmediato y que toda la verdad que manejamos son sólo opiniones, la función del escritor no puede seguir siendo la misma. No se trata de implementar una política literaria, ni un decálogo para escritores, se trata de tomar conciencia. De pensar en serio uno mismo por qué escribe; pero, sobre todo: para qué sirve lo que escribe, para qué le sirve a otro. Cuál es la importancia de lo que uno escribe.

No se trata de narrar la vida, de contar la existencia, para eso leemos el diario y vemos los noticieros o charlamos en el parque o en la esquina con los amigos. Este texto que escribo ahora mismo no está en contra de ningún género ni en contra de ninguna temática, no está escrito con la finalidad de limitar, abolir, perseguir, restringir que la gente lea o escriba novelas de aventuras, policiacas, de terror o pornográficas, pero ¿De veras crees importante escribir decenas de cuartillas para entretener a otras personas? ¿Te parece bien, te parece correcto, dedicarte a escribir con aires doctorales sobre temas zonzos, intrigas amorosas, traiciones, muertes?  ¡No! Si te lo parece no pasa nada, sólo este texto no es para ti, no sé ni cómo llegaste hasta esta línea.

Si crees que esta idea acaba aquí, pues no. Tiene otras implicaciones nada teóricas y sí más prácticas. Te invito a leer el próximo capítulo.  

¿PODEMOS HABLAR DE VERDAD OBJETIVA?

Bien, poder hablar ¡Podemos! De cualquier cosa. No está prohibido y, aunque lo estuviera se podría. Todos trasgredimos prohibiciones continuamente.

A lo que voy es a referir algunas ideas que me parecen interesantes sobre la verdad y también, por qué no, sobre la objetiva.

Ya quedamos, en el texto anterior, en que la verdad es la realidad, y que sólo hay una sola, mientras ocurre en ese instante mágico del presente, para ¡Inmediatamente! Desaparecer o diluirse en comentarios, opiniones, disgregaciones, presunciones, al volverse historia, recuerdo, memoria. Excuse el lector la repetición, pero siempre es bueno repasar ideas claves. Siguiendo esta línea de pensamiento, estas ideas que ahora escribo, son también imágenes de la realidad, que sólo tienen veracidad para mí y de las cuales debe quien lee dudar, porque tienen tantas probabilidades de error, están tan faltas de verificación y tan sujetas a factores variables como pueden estarlas cualquieras otras y todas las demás de su calaña.

¿Quiere decir que sean totalmente falsas? No. Pero es justo afirmar que casi, casi, sí. ¿Quiere decir, entonces, que son casi ciertas? Pues, claro que no. Pero no se puede negar rotundamente. ¿Quién podría verificarlo? 

Sin embargo, hay una cierta promesa de tener una previsión de casi garantía: Por sus frutos lo conoceréis, recomendó un maestro. Es algo instintivo, pero si la idea te asombra, y le sientes simpatía, como algo que esperabas o que te gusta, puede ser muy bien que te sirva al menos por un tiempo.

Sin que me medie ¡Ni por supuesto ningún tipo de imposición, obligatoriedad ¡Válgame Dios! Ni siquiera como sugerencia, indicación, consejo ni propuesta y, sin ninguna autoridad, sí me parece saludable que, quien siendo ya proclive a producir literatura y ya la produce, se piense un tanto el rumbo que toma armado de tan poca confianza que hay para poner en sus verdades.

A ver: Como no puedo pensar con la experiencia ajena; vengo a comentar la mía. Es la que mejor conozco. Te recuerdo que no escribo para ti, sino para mí mismo. Estoy reconociendo el mundo, me preparo para existir con eficiencia, diría profesionalmente, por eso trato, cuando escribo, que escriba mi ego subyugado, ahora esclavo y en función de aquel yo interno que intenta actualizarse en la existencia; y escribo, refiriéndome a un lector por la conveniencia y limitación del lenguaje, pero es a quien escucha en mí, a quien le digo. 

A ver: si no tengo seguridad de la verdad, si sólo manejo símbolos, imágenes, supuestos de verdades y algunos ripios de realidad, cómo puedo venir a hablarle a otro fuera de mí como si yo supiera. Escribir es de una responsabilidad extrema, porque puedes convertirte con facilidad en trasmisor gratuito de ideas que, si ¡por casualidad! No son amargos venenos, pueden muy bien ser dulces pócimas somníferas, que para el caso es punto menos.

Pero ¿Cómo saber si sé o no sé? Lo que digo, lo que otros dijeron que me gusta y repito ¿Sirve? ¿Vale? ¿Es bueno? ¿Y… si al final…?

Arriésgate a informarte bien, a probar, a ensayar, a verificar. Porque por sus frutos sabrás si sirve, si vale, si es bueno el árbol. 


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