lunes, 13 de agosto de 2018

REFLEXIONES ACERCA DEL AMOR



REFLEXIONES ACERCA DEL AMOR
Texto registrado en el centro nacional de derecho de autor de la república de cuba
Eduardo N. Cordoví Hernández 
Contactos; edwacor@gmail.com
Julio/2018


CONTENIDO
                
La inmensa mayoría de las personas que conforman lo que llamamos la humanidad, vivan donde vivan ¡En cualquier parte del mundo! y sin importar el idioma que hablen, siempre que esos lugares sean tan solo medianamente civilizados, estarán de acuerdo con que cada uno de sus hijos estudie y se prepare para ser alguien en la vida. Siguiendo esta idea, muchos estados han legislado leyes en las cuales se decreta el carácter obligatorio de la enseñanza; pero si vamos a ser precisos, prácticos y objetivos, creo hay algo que se pierde de vista con esta intención, y es que, como ejemplo sencillo, una persona pasa en aulas unos dieciocho años de la mejor parte de su vida (siete años de primaria más preescolar, tres de estudios secundarios, tres más de estudios preuniversitarios y cinco de una carrera profesional) todo para prepararse a fin de ser ¿qué? ¡Ah! Dijimos que: para ser alguien en la vida. Al cabo de esto la cosa quedaría como que ser alguien en la vida se resumiera en obtener un diploma universitario pero, en lo que suele llamarse la vida real, el hecho de que una casa de altos estudios académicos te extienda un diploma acreditativo por haber vencido una cierta cantidad de asignaturas solo sirve para certificar tu aptitud para desarrollar un trabajo profesional, algo que tiene más afinidad con los objetivos de la sociedad y el estado que con los propósitos iniciales de tus padres, porque ser alguien en la vida puede llegar a ser algo mucho más complicado de lo que ordinariamente se cree; y sería tu capacidad para resolver problemas simples de la cotidianidad lo que estaría en juego o que el no poderlos resolver fueran capaces de hacerte perder la ecuanimidad o el sentido del humor, así como ¡además! Y que ¡Con tan solo un poco de destreza en asuntos simples de la vida! pudieras lograr optimización y eficiencia en tus relaciones con otras personas, ya sea en el mercado, en el vecindario, en tus relaciones laborales, familiares o de pareja, dicho en una palabra un tanto compleja: que pudieras ser feliz, hacer feliz a otros y que los inevitables golpes de la vida apenas pudieran afectarte, algo que ¡seguro! es lo mismo que deseas para tus propios hijos.
Sin embargo, nada de esto último que comento al final del párrafo anterior es lo que ocurre, pues pocas personas son felices, haber dicho ninguna hubiera sido exagerado, pero más exacto sería añadir que son muy pocas.
Los años pasados en las aulas no nos preparan para sobresalir marcando nuestra diferencia sino para formar parte de una manada lo suficientemente inteligente como para realizar un trabajo: construimos sus[1] ciudades, operamos sus máquinas y luchamos sus guerras, todo lo cual sirve para enriquecer más a los banqueros multimillonarios dueños de las empresas transnacionales donde laboramos, aunque no es el dinero lo que los mueve sino el poder, el dinero es el medio mediante el cual nos controlan para que comamos y estemos entretenidos, ellos nos dan el dinero y nosotros les entregamos el mundo. Spencer Cathcart.
Pero, en realidad, todo comenzó mucho más atrás, cuando éramos niños. Desde esa edad nuestro entorno familiar, nuestros padres o tutores por medio de la cultura y las tradiciones nos condicionaron, entre otras muchas formas de conducta, para creer que la opinión de los otros es más importante que la nuestra, a resolver los problemas mediante la violencia, nos enseñaron a rendir culto a los ganadores y rechazar a quienes pierden, etcétera…
En ningún lugar te enseñan a ser feliz, nadie ostenta un diploma de eso. Sería más productivo que las personas aprendieran a ser felices antes de ser médicos o ingenieros en algo, pues serían más eficientes, se cometerían menos errores y se divertirían trabajando.
Que no haya escuelas de ese tipo no significa que no exista un conocimiento metodológico elaborado al respecto, disponible, sencillo, barato ¡casi gratis! y de calidad, el problema es que tal enseñanza en su mayoría está dispersa y debe ser hallada, reunida y puesta en práctica y eso es un trabajo que nadie quiere hacer porque piensa que va a ser feliz cuando se case, cuando se jubile o cuando se gane el premio gordo o cuando las cosas mejoren o, tan solo, cree que ya lo es; pero lo peor del caso es que las personas creen que son felices cuando están alegres o cuando pasan momentos agradables, tan solo no saben qué es felicidad, como no saben muchas otras cosas que creen saber: como cuando dicen que aman, sin saber lo que es amor o cuando luchan por una paz que nunca han conocido y solo saben de ella por lo que oyen decir o por la libertad que nadie les ha quitado. Aunque esto es otro tema, aunque también voy a escribir sobre, él, aquí.
El verdadero problema es mucho más trágico de lo que la gente imagina porque sucede que no sabemos vivir, no sabemos para qué vivimos… la propia idea de querer llegar a ser alguien en la vida implica ya un cierto conocimiento de no ser algo. Todo quien haya alcanzado un título académico sabe que se quedó corto, siempre va a faltarle un posgrado, un diplomado, hacerse máster, hacer una candidatura, un doctorado o ganar un Premio Nobel pero ¡aun así! puede que arrastre una vida triste porque no soporta a su suegra o a su jefe, porque es hijo de una prostituta o le tiene miedo al acosador ex de su mujer y quien intenta recobrarla…
Por lo regular creemos que la verdad es nuestra opinión acerca de la realidad, olvidando que entre nosotros y la realidad se halla el velo de nuestra propia interpretación acerca de ella y, olvidando además, que cada cual tiene sobre ese asunto una versión distinta no menos válida. Vivir sin conflictos con las personas que tienen otras valoraciones, opiniones y verdades es lo que unos llaman amor y otros llaman democracia.


[1] Se refiere a las personas quienes forman la élite del establishment que detenta el poder estatal, político-financiero, etc.