jueves, 23 de febrero de 2023

SOBRE SER PERSONA


LO DESCONOCIDO DE LOS PROCESOS DE CAMBIO Y ¿QUÉ ES SER PERSONA?

   Si el psiquiatra argentino Jorge Bucay no ha sido quien mejor ha expuesto en idioma español el asunto de la Libertad, al menos ha sido uno de los que mejor lo ha explicado. Lo aprendí de él, igual con sus libros pasé a conocer a Virginia Satir; con lo que tengo mucho que agradecerle en el sentido de mi formación ulterior como ser humano.
   El, Modelo del proceso de cambio, y que hoy se conoce con el añadido: de Virginia Satir, fue desarrollado por ella a través de estudios clínicos. Una de las ideas más novedosas de la investigadora norteamericana fue que: 
  
  El problema presentado pocas veces es el problema real, en tanto que la forma que tiene la gente de encarar el problema presentado, es la que crea el problema real.
   La sociedad está formada por individuos de la especie Homo sapiens, pero no podemos hablar en términos de sociedad humana hasta tanto estos individuos se hayan vuelto personas, pues no basta con que hablemos, veamos TV, leamos la prensa, discutamos de fútbol o asistamos al Ballet.
   De los permisos que Virginia Satir llamaba: inherentes a ser persona, cualquiera que tenga en falta, alguno de estos cinco permisos; no puede decir que lo sea. Y uno se preguntará ¿Qué otra cosa podría ser, si no es una persona? Será, con seguridad, un ser humano, tal vez también un individuo, pero... NO una persona, porque ser persona es mucho más. (Dice Bucay).
1.- Me concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.

2.- Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.

3.- Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.

4.- Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos.
5.- Me concedo a mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
   Estos permisos tienen la finalidad de alinear el pensar lo que se siente, con el decir lo que se piensa y con hacer lo que se dice. Algo que no es tan fácil como se lee. Empezando con que no es solo pensar lo que creemos que sentimos, o con lo que nos han hecho creer que sentimos o con lo que otros piensan que debe ser sentido; porque ¡De eso! parte toda actividad manipulativa, todo dominio sutil como pueden serlo la subyugación hipnótica, la seducción interesada, el chantaje emocional o la abierta imposición coercitiva.
   De estos cinco permisos, de los cuales, uno puede estar de acuerdo con facilidad al leerlos, quiero detenerme en el tercero, por cuanto puede no quedar bien comprendido para muchos. Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.
   Esto significa ser libre, porque determina la autonomía personal. La persona es autónoma porque tiene el poder (sin que tenga que esperar a que nadie se lo dé ¡Esto lo aclaro más adelante!) de establecer sus propias normas sin que los demás tengan que coincidir, y sito un ejemplo. Si estoy de acuerdo con la idea ¡Por haberla comprendido! de que nadie tiene capacidad de alterar mis emociones, porque mi tranquilidad es algo que decido y que ¡Si pierdo semejante equilibrio! se debe a lo que pienso sobre la realidad, entonces, sabiendo que no estoy en capacidad de comprenderla por completo, igual puedo elegir mi conducta y no dejar que sea una reacción automática, sino consciente.
   Este punto ¡Me parece tan importante! porque es de lo menos conocido o reconocido sobre el tema, no solo porque las personas tienden a olvidarlo, sino porque el entorno social, las costumbres, los prejuicios y otras tantas disposiciones no escritas como las que subyacen en el subconsciente; coadyuvan a impedir que se establezca como algo genuino.
   Más arriba dije: la persona es autónoma, porque tiene el poder de establecer sus propias normas sin que tenga que esperar a que nadie se lo dé, y lo aclaro ahora; no tiene que esperar a que nadie se le dé ese poder, pero necesita que se le recuerde, aun cuando es algo que debía tener siempre presente, ya que es un mecanismo de defensa, un recurso natural y reconocido lícito, de auto conservación. Tal es el caso de lo que se conoce como el Derecho Miranda o La advertencia Miranda, que se ha establecido como procedimiento policial de rutina, para evitar la violación del derecho constitucional a no auto incriminarse, garantizado por la Quinta Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos conocido como el derecho a guardar silencio. 
 Así las cosas, tenemos que; en el caso del segundo grupo de personas, que analicé en el artículo titulado: Problemática de la libertad mal comprendida; Ellas, por las razones que fueren, deciden no tomar partido, no manifestarse, abstenerse, no participar y ¡Eso está bien! Puede que semejante conducta restrinja las posibilidades del primer grupo, por cuanto siendo el grupo activo o ejecutor de cambio, no llegue a establecer cantidad crítica, para efectuarse, actualizarse o llegar a término, y ¡Por supuesto! retardaría el resultado, afectaría el éxito. Pero debemos hacer notar que se trata de un éxito colectivo o sea, de ¡Todos! y ante tal circunstancia los del primer grupo solo tienen (la una) parte del derecho, para sentirse agraviados; porque (a la otra parte) les pertenece a los del segundo grupo y hasta a los del tercero, con lo que no queda razón para el agravio, pues todos no hacen más que hacer ejercicio de la libertad que tienen, y nadie tiene derecho a decidir por otro la forma en que aquél dirige su autonomía y juzga cómo vive y decide su vida, incluso aunque retarde su propio beneficio, si así le parece mejor.
   Es muy probable que, aun estando claro, haya alguien que no lo vea y, por eso, conviene hacer una aproximación más notoria.
   Es común en tiempos de cambio que se pongan de manifiesto actitudes exaltadas, intolerantes, fanáticas, intransigentes, ofuscadas y que esto suceda, es buena parte del problema real que, según Virginia Salir, es creado por la forma en que la gente encara un problema inicial, y que, según ella, pocas veces es el problema real. 
Vamos al ejemplo del problema inicial de los desacuerdos socio-políticos, económico-políticos o socio-económicos, más claro entre las estructuras de poder y la sociedad, estos diferendos a lo largo de la historia se han visto matizados de múltiples horrores, vilipendios, excesos, crímenes, boicots, complots, traiciones, espionaje, violaciones de acuerdos, guerras y revoluciones… ¡En fin! Cumbres y abismos desde lo sublime a lo ridículo, pasando por lo trágico donde no siempre se sabe quiénes son los buenos ni los malos y cuando parece que se sabe resulta que aparece una extensa lista de autores en contra, esgrimiendo documentos, testigos y revisiones.
   En medio de este mare magnum, que es el problema inicial, encontramos como dicho, los grupos citados: 
1- Los decididos a favor de derrocar al tirano, al rey opresor, al esclavista o al estado 
2- los que se abstienen y 
3- los que lo apoyan aun sufriéndolo.
Y aquí aparece la forma de encarar o resolver el problema inicial: En el primer grupo, el de los decididos ¡Por serlos! Estos son más enérgicos, emprendedores, arriesgados y piden, reclamando hasta la exigencia, al segundo; y critican, atacando hasta la amenaza al tercero.
   Y, como dice la Satir, en la forma de solucionar el problema inicial aparece el problema real: Todos los implicados: los del primer grupo, los del segundo, los del tercero y el cuarto, formado por todos quienes forman la estructura de poder a todos los niveles… ¡Todos! afrontamos el problema de no ser personas. Esto constituye una gran dificultad porque le anteceden otros dos problemas primordiales: por su orden, el de no saberlo o el de creer que ya se es persona y el segundo es no saber cómo serlo. Pero ¿Por qué? ¿No basta con ser humanos?
   Voy a decirte por qué no basta: 
   No basta porque los seres humanos son formados de forma natural ¡Y valga la redundancia! por la Naturaleza, por Dios, por el Big Bang o por vaya, usted, a saber; no es ése el caso ahora. Ser humano es una etiqueta que se ha puesto el Ser Humano, a sí mismo, para diferenciarse de los otros bichos que pueblan el vecindario, de momento. No digo que no sea distinto de los otros animales, pero se diferencia bastante poco de ellos, porque usa su capacidad de ser consciente (y esta es su mayor o quizás única diferencia) para creerse que es mejor que todos lo demás, porque oye música, discute sobre ideas abstractas y fabrica aparatos que considera espectaculares (sin que quiera decir que no lo sean) entre otras muchas cosas que se cree de forma equivocada y, de las cuales, quizás pueda más adelante realizar un curioso resumen limitado.
   Veamos el siguiente ejemplo; los perros guían a los ciegos, descubren criminales, salvan a alpinistas, ayudan en las cacerías, tiran de los trineos, realizan acrobacias, pastorean rebaños, alertan, defienden, protegen, dan compañía, entretienen… pero en esto solo hay un valor como especie y, en tal sentido, un perro es idéntico a todos los perros que han existido, a los que existen y a los que existirán, salvando ¡Claro está! las distancias entre las diversas variedades o razas y la mayor o menor inteligencia que pueda tener cada uno por separado; pero ningún perro ¡Por más inteligente que sea! tiene la inquietud de destacarse más que otro, ni interés en ser policía, actor de circo o pastor de ovejas, hace lo que hace porque es entrenado bajo la dirección e influjo de la voluntad del amo, quien lo estimula dándole golosinas y palmaditas cuando hace lo que el amo quiere y no dándoselas o dándole en su lugar un castigo, cuando hace lo contrario. 
   Se habla del perro como el mejor amigo del ser humano; pero, aunque podamos hablar de afecto, relación, cariño y de todos los demás sentimientos nobles que cualquiera quiera añadir, de lo que en realidad se está hablando es de dependencia, de conveniencia y de servilismo. No por gusto llamarle ¡Perro! a alguien constituye algo poco enaltecedor y ha pasado, por eso, a ser lugar asistido como insulto.
   Es por eso que el perro no tiene libertad, como tampoco la tienen los pájaros y sin embargo es lugar común hacer referencia a los pájaros como los máximos exponentes de la libertad. Y no la tienen porque no deciden nada, no tienen voluntad, criterio, opinión, son juguetes de las circunstancias externas, no tienen en su interior un centro de comando capaz de diferenciar, de discernir, solo tienen una inteligencia mecánica de Si o No, que los automatiza, los robotiza.
   Escapar del dualismo separador y condicionante del Sí o el No que nos animaliza, y comprender el principio de inclusión que establece poder reunir sin contradicción al Sí y al No, mediante la aceptación ecológica, que nos humaniza, es un salto hacia una posible evolución de verdadera humanidad y comenzar a dejar de ser un proyecto de ser humano que es lo que somos ahora mismo mientras sigamos matándonos unos a otros. 
   El caso es que tal conciencia, esa que el humano tiene, debía desarrollarla y usarla para darse cuenta que no es consciente; para darse cuenta de que toda su vida no es más que una serie de acciones prediseñadas, automáticas, típicas, previstas, programadas, repetitivas que lo condicionan a un servilismo comparable al del can del párrafo anterior.
   Esto se pone en evidencia durante los procesos de cambio. En tiempos tales los grupos oponentes y sus distintas vertientes de opinión, todos los cuales protagonizan la búsqueda de la solución de un problema inicial X, son incapaces de sostener diálogos de discusión civilizada en busca de acuerdos capaces de traer mejoras ¡Al menos! a una mayoría ya que resulta muy difícil satisfacer a todos; ninguno de los grupos en pugna quiere dialogar nada, se considera una debilidad; cierta o no, se argumenta que el otro grupo miente y, en esta dicotomía mezcla de verdades y mentiras de ambos lados, mezcla de intereses mezquinos de ambos lados; afloran las aristas del verdadero problema: quienes discuten no han llegado a ser personas.
Bueno, ya lo expliqué antes cuando comentaba sobre los perros, pero algo más se puede añadir., quizás pueda más adelante realizar un curioso resumen limitado.
   Veamos el siguiente ejemplo; los perros guían a los ciegos, descubren criminales, salvan a alpinistas, ayudan en las cacerías, tiran de los trineos, realizan acrobacias, pastorean rebaños, alertan, defienden, protegen, dan compañía, entretienen… pero en esto solo hay un valor como especie y, en tal sentido, un perro es idéntico a todos los perros que han existido, a los que existen y a los que existirán, salvando ¡Claro está! las distancias entre las diversas variedades o razas y la mayor o menor inteligencia que pueda tener cada uno por separado; pero ningún perro ¡Por más inteligente que sea! tiene la inquietud de destacarse más que otro, ni interés en ser policía, actor de circo o pastor de ovejas, hace lo que hace porque es entrenado bajo la dirección e influjo de la voluntad del amo, quien lo estimula dándole golosinas y palmaditas cuando hace lo que el amo quiere y no dándoselas o dándole en su lugar un castigo, cuando hace lo contrario. 
   Se habla del perro como el mejor amigo del ser humano; pero, aunque podamos hablar de afecto, relación, cariño y de todos los demás sentimientos nobles que cualquiera quiera añadir, de lo que en realidad se está hablando es de dependencia, de conveniencia y de servilismo. No por gusto llamarle ¡Perro! a alguien constituye algo poco enaltecedor y ha pasado, por eso, a ser lugar asistido como insulto.
   Es por eso que el perro no tiene libertad, como tampoco la tienen los pájaros y sin embargo es lugar común hacer referencia a los pájaros como los máximos exponentes de la libertad. Y no la tienen porque no deciden nada, no tienen voluntad, criterio, opinión, son juguetes de las circunstancias externas, no tienen en su interior un centro de comando capaz de diferenciar, de discernir, solo tienen una inteligencia mecánica de Si o No, que los automatiza, los robotiza.
   Escapar del dualismo separador y condicionante del Sí o el No que nos animaliza, y comprender el principio de inclusión que establece poder reunir sin contradicción al Sí y al No, mediante la aceptación ecológica, que nos humaniza, es un salto hacia una posible evolución de verdadera humanidad y comenzar a dejar de ser un proyecto de ser humano que es lo que somos ahora mismo mientras sigamos matándonos unos a otros. 
   El caso es que tal conciencia, esa que el humano tiene, debía desarrollarla y usarla para darse cuenta que no es consciente; para darse cuenta de que toda su vida no es más que una serie de acciones prediseñadas, automáticas, típicas, previstas, programadas, repetitivas que lo condicionan a un servilismo comparable al del can del párrafo anterior.
   Esto se pone en evidencia durante los procesos de cambio. En tiempos tales los grupos oponentes y sus distintas vertientes de opinión, todos los cuales protagonizan la búsqueda de la solución de un problema inicial X, son incapaces de sostener diálogos de discusión civilizada en busca de acuerdos capaces de traer mejoras ¡Al menos! a una mayoría ya que resulta muy difícil satisfacer a todos; ninguno de los grupos en pugna quiere dialogar nada, se considera una debilidad; cierta o no, se argumenta que el otro grupo miente y, en esta dicotomía mezcla de verdades y mentiras de ambos lados, mezcla de intereses mezquinos de ambos lados; afloran las aristas del verdadero problema: quienes discuten no han llegado a ser personas.
   Bueno, ya lo expliqué antes cuando comentaba sobre los perros, pero algo más se puede añadir.

lunes, 20 de febrero de 2023

 ¿QUÉ ES LA VIDA?

y ¿Qué es ser persona?

Eduardo N. Cordoví Hernández


   La vida es algo dentro de lo cual estamos inmersos y formando parte todo el tiempo, quizás por eso sea que no podamos echarnos un tanto hacia atrás y apreciarla como algo separado de nosotros, porque nos sentimos: ser la vida. 

   Sin embargo, si tuviéramos que definirla, dar una apreciación sobre ella, explicar qué es ¡De inmediato! nos daríamos cuenta que no tenemos una respuesta cognitiva adecuada. No obstante, es un asunto importante tener una clara definición de ¿qué es la vida? porque es sobre ella que trata este asunto de volvernos persona real y dejar de ser un proyecto o una imitación de persona, tema este que veremos, más adelante, en próximos artículos; ya que ocurre algo semejante con esta otra palabra porque, a todas estas, tampoco sabemos que es ser persona. Pero hay que ir por partes. Así que debes saber, primero: qué es la vida. 

   Escucha: si le pides a alguien que te cuente su vida ¿Qué te diría? O si alguien, de forma espontánea, te dijera: Te contaré mi vida ¿Qué crees que te diría? Si te propusieras contarle a alguien tu vida ¿Qué tendrías para decir? 
   
   Detén ahora, por unos minutos, la lectura y trata de contestar estas preguntas; tómate tu tiempo y, cuando ya tengas una idea al respecto, sigue leyendo… 

   Por lo general, casi todo el mundo coincide en hacer un recuento de sucesos, de eventos o hechos; pero ¡de tal forma! una vida, o lo tomado como vida, queda reducido a una crónica, a la narración o historia de la serie de pormenores de hechos, eventos, accidentes, acontecimientos, sucesos, incidentes intrascendentes o aventuras y desventuras que has protagonizado o, en las cuales, te ha tocado jugar algún rol de mayor o menor notabilidad. 

   Tu vida no se reduce a la lista de los sucesos que te han ocurrido, por que eso es historia, memoria, y no resulta adecuado para definir lo que tu vida pueda ser. Más bien muchas personas piensan que sus vidas son la calidad de los sucesos que le ocurren y así diferencian sus vidas como parcialmente buenas o malas en función de si los eventos mayormente agradables o no; pero el color o el sabor o la manera en que puedas describir la calidad de tales contingencias son valoraciones que realiza tu mente de forma arbitraria y así, muchas situaciones que te pueden resultar, de forma particular, desagradables pueden no serlo para otra persona y viceversa; pero, además, tus valoraciones están en dependencia de tus estados de ánimo, de la predisposición anímica por otros sucesos anteriores, por prejuicios, por la influencia del criterio de otras personas, etcétera. Esta descripción, acerca de lo que puede ser la vida, está más próxima a la realidad, aunque es ambigua y puede parecer que tu vida va a quedar definida según lo que ocurra en el exterior tuyo, o sea fuera de ti, es decir: dependerá de cómo tomes o reacciones a los sucesos que ocurren más allá de tu piel, y que pueden resultar buenos o malos (por llamarlos de algún modo) según sean agradables o no. De tal forma parecería normal o natural e irrevocable que la vida de una persona a veces pueda ser buena o mala y que eso es así como si fuera una ley. 

   Pero las cosas que ocurren no son ni buenas ni malas, tales valoraciones son producto de nuestros juicios ambiguos o predispuestos o desinformados. Y tal es la triste realidad de lo que le ocurre a la mayoría de la población humana. Pero eso… no es: la vida, y ¡Si acaso lo fuera! no sería por completo; quedaría algo que añadir de mucha más trascendencia. 

   Todo eso que he descrito, con anterioridad, ha sido el escenario y la decoración, es decir: el paisaje. El hecho de que pueda ser parte de la vida no significa que lo sea, el paisaje o el escenario son solo el lugar, digamos el espacio, donde ella ocurre.
 
La vida, como existencia en general, siempre se ha tomado, en términos literarios o poéticos con tendencias filosóficas, como un camino; pero lo que es, en última instancia tu vida: es el clima psicológico de ese paisaje. No el paisaje ni los contratiempos, venturas y desventuras durante el tránsito por ese lugar. Y, la capacidad de poder modificar, a conveniencia, el clima para disfrutar el viaje es una prerrogativa de las personas reales ¡las cuales! por ser tan pocas resultan extraordinarias. 
   
   En otras palabras y en resumen, la vida no es el recuento de las actividades en que te puedas involucrar, sino el estado emocional, sentimental como resultado; ocurre en tu ánimo y, no siempre, se halla en correspondencia con tales circunstancias, porque puedes estar en una fiesta y no estar sintiéndote alegre, en un funeral y no estar triste. Puedes tener una vida llena de éxitos profesionales, sólida retribución económica debido a ellos; gozar de salud y tener franca aceptación social y, a pesar de ello ¡Sentirte triste! 

   La literatura, las biografías de personalidades, la historia toda, los noticieros y la prensa diaria dan, de continuo, fe de esto. Quizás puedas, alguna vez, estar feliz, sentirte alegre… Estar o sentirte de cierta manera alguna vez, implica brevedad en el tiempo pero ¡Ser...! conlleva la idea de mayor permanencia temporal. 

   Tampoco creas la idea de que ¡Ser feliz! es estar o sentirte así todo el tiempo. Las impresiones que recibirás de la realidad pueden sacarte de ese equilibrio; lo que sí te aseguro es lo siguiente: siendo una persona real, o sea extraordinaria, en el sentido en que la extra-ordinariedad que apunto en estas páginas, siempre vas a poder tener ¡De inmediato! herramientas, recursos, ideas para estabilizar tus emociones e impedir las reacciones negativas; y si bien es cierto que no vas a ser feliz ininterrumpidamente, nunca vas a sentirte persona desgraciada, lo cual ya es algo bastante deseable, porque a las opciones de ponerte triste o estallar de ira, podrás interponerles la sabia indiferencia de comprender la posibilidad de elegir algo mejor, pues la tristeza o la ira son mucho más destructivas que la indiferencia ante algo que no puedes remediar.
 
   Esta es una de las prerrogativas de ser una persona extraordinaria. 

   En primera instancia, todo lo que estamos tratando aquí tiene que ver con cierto conocimiento que tengo la intención de compartir contigo. 

   Pero, como el resto de otros tantos asuntos, el conocimiento tiene niveles y, por tanto, diferencias. Las formas del conocimiento toman nombre del modo en que es conseguido: por experiencia, por referencia y/o por inferencia. De las tres, la primera es la fundamental, por cuanto es la única de la cual puedes tener seguridad total. 

   Ahora, la cultura, los libros, las conferencias, los consejos, las tradiciones y ¡todo! lo que aprendes en aulas proveniente de profesores quienes aprendieron de otros, incluso lo que puedan enseñarte mediante la exposición de ideas de otros científicos, es conocimiento referencial, pues pertenece a la experiencia de otros, pero no te consta hasta tanto no lo hayas experimentado. ¡Tiene un valor! pero solo eso; duda de él. Si Einstein no hubiera dudado de Newton hoy no hubiera, por citar solo un ejemplo; telefonía móvil. 
Duda de estas ideas y de todo lo que te digo, dudar no es apartarlo, sino ponerlo a prueba, verificarlo en la práctica, convertir las ideas en hechos y convertirte en las palabras, porque ¡eres! lo que creas que es cierto, pero no basta que algo sea verdad, es necesario constatar que, también ¡Sea bueno! 

   Te conviertes en las ideas en las que crees, no en las ideas que piensas ni en las ideas que sabes. Tus creencias son las ideas que no están en tu corteza cerebral y de las cuales no tienes siquiera consciencia de tenerlas. Debes saber algo: gran parte de tus creencias (las cuales desconoces porque pertenecen a tu nivel subconsciente) son como programas informáticos malsanos que te fueron instalados no por personas malas, sino ineficientes con buenas intenciones y ¡Ahora! es tu deber deshacerte de tales programas. El otro tipo de conocimiento es por inferencia, esto es: toda información que te llega por intuición, por asociación de ideas mediante un proceso de cálculo ya matemático, lógico o de sentido común y/o por deducción; tal contribuye, en mucho, para la adquisición del conocimiento por experiencia. 
   Ya en muchos otros de mis textos he dicho: La personalidad es quien sufre o quien nos hace creer que el éxito, el dinero, el confort o el reconocimiento ajenos sean los determinantes o las condiciones para ser felices (léase extraordinarios). 
Si logras, mediante este conocimiento, separarte interiormente y crear un yo observante capaz de servir de testigo (no de juez) a todo lo que hace o siente la personalidad; es decir, que cuando te sientas triste reconozca y diga: ¡Ah, esto es estar triste! o cuando estés cabreado te informe: ¡Ah, esto es tener ira! Con el tiempo, este yo observante, podrá fortalecerse y ser capaz de ¡sin esfuerzo! Disipar la tristeza o la ira, porque se dará cuenta de que tales son reacciones a ciertos estímulos y las reacciones son automatismos aprendidos que se repiten como un repertorio fijo, pero que pueden ser susceptibles de elección. Apenas el Observador interno aprecia los automatismos, las reacciones emotivas, etcétera, estas perderán su poder y te irás liberando de tensiones parásitas y sintiendo el vacío.

   Pero ya también hablaremos sobre el vacío, sobre la nada, En textos próximos. Estoy casi seguro que puede interesarte mucho.

viernes, 17 de febrero de 2023

SOBRE QUÉ DEBERÍA ESCRIBIR UN ESCRITOR o SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE QUIEN ESCRIBE


Una meditación acerca de la función de quien escribe dada la urgencia de quien lee

Eduardo N. Cordoví Hernández. Contacto: edwacor@gmail.com  

   Creo, en primer lugar, que cuando desde el título digo: Sobre qué debería escribir… se entienda como una forma de decir, como una forma de indicar una posibilidad probable y no una declaración de principios, tipo fundamentación de nuevos paradigmas, ni una embestida ansiosa de notoriedad, con ínfulas de querer arreglar al mundo. Si algo siempre he dicho es que: Todo está bien con la realidad que no puede cambiarse por medios naturales, recursos mínimos y de forma individual por esfuerzos propios.

   Siempre es sano realizar, aunque breve, una pequeña introducción, a fin de precisar detalles que garanticen una sintonía mayor con quien nos lee. Está claro que cada cual escribe lo que le viene en ganas y cada cual lee, otro tanto; así que en cada caso y para cualquier caso, usted, no debe nada. En este asunto como en tantos otros, el deber no es más que una imposición que limita libertades en función de intereses ajenos, a los cuales se les promulga como de ser mayores, nobles, altos y profundos y, sobre los cuales uno debe declinar los propios. 

   A fin de evitar el deslinde de un asunto abstracto y por tanto teórico que, a pesar de que viene al caso, atrasaría el objetivo que impone el asunto práctico a que nos convoca el título, bajemos el listón y dejemos la propuesta hasta dejarla en la simple atención de unos cuantos escritores que pudieran ser susceptibles de atender a la minoría de presuntos lectores aunados en el interés común por ciertos requisitos en falta. ¡Vamos! Qué lo que estás leyendo es solo una opinión y no una propuesta para salvar al mundo.

   Así que: ¡Sube el telón!

   Cuando alguien quien, tocado o impelido por la vocación de sus inquietudes literarias, se prepara para escribir profesionalmente o, por lo menos, con toda la seriedad de quien asume la responsabilidad de lo que hace y con la autoridad no solo de lo que ya sabe, sino de lo que también comprende (que no es lo mismo y que estaremos comentando más adelante) este individuo, debía en ese instante, digo yo, escuchar o sospechar que alguien, posiblemente lector de lo que escribirá o ya escribe aquel, pudiera preguntarle desde su necesidad, insatisfecha o medianamente asistida, como consumidor de literatura; desde su hambre o sed de algún determinado conocimiento, lo siguiente: ¿Qué es lo tan importante que tienes que contarme como para que yo deje de hacer las muchas otras actividades en que pudiera ocuparme? Eso que vienes a pretender que lea ¿Es una historia como las que contamos a los chicos para que se duerman? ¿Un somnífero? ¿Un recurso para escapar de la realidad, para evadir la depresión que proporciona la monotonía de la vida diaria? ¿Algo así como una droga autorizada? O lo que me propones que lea ¿son tus opiniones sobre algo que crees que entiendes, pero con las que no has resuelto el drama de tu propia vida? ¿Es solo para entretenerme, para brindarme un cierto goce estético de ver cuán bien te expresas o manejas el idioma? o ¿solo piensas sorprenderme con el despliegue de tus recursos estilísticos, con las técnicas narrativas novedosas, las de moda, o tus propios hallazgos e intentos en renovarlas? ¿De qué pueden servirme tu cultura, tus muchos años leyendo, tus horas de trabajo, tu cantidad de información, si después de que lo lea quedaré igual, porque no traes soluciones a mis problemas, opciones a mi vida, nuevos enfoques, formas de ver para que, también, yo vea? Lo que vas a decirme ¿es algo nuevo o es lo mismo que dicen los demás que también escriben libros? Tu opinión sobre las cosas ¿son las mismas de los diarios, de los discursos, de las conferencias, de los noticieros? ¿Por qué debía leerte y dejar lo que ahora hago, si no es diferente a lo que todo el mundo dice? Si vienes a contar una nueva historia de amor ¿es nueva de veras o son los mismos requiebros, las mismas escenas de erotismo, de realismo sucio, las mismas infelicidades, las mismas infidelidades, las mismas reacciones y lo mismo de siempre y lo mismo todo? Para eso sigo viendo mi propia vida, la de mi familia y la de mis vecinos. No tengo que leerla.

   Me queda claro que no todos los lectores tienen esta perspectiva ni establecen tales reclamos, pero igual hay muchos que, si conocieran que los escritores pudieran escribir sobre este asunto, serían otros los cantares. De la misma forma sucede con los escritores, hay muchos inventándose historias truculentas y fantasiosas, porque no tienen nada que decir, y así aparece el fenómeno tan llevado y traído. de estar bloquedados. Otra cosa sería si el escritor hubiera organizado su mundo interior, su propia vida y vertiera en sus historias la suya propia de cómo venció a sus demonios (Es un decir) más apropiado sería: de cómo convive en armonía con ellos, vencerlos no se puede.   

   En la obra literaria más antigua del mundo y que inicia el recuento de lo que hoy llamamos las literaturas fundacionales, El poema, o La epopeya de Gilgamesh, la cual se escribió hace unos dos mil quinientos años antes de Cristo, y ya el autor se quejaba de la dificultad de poder decir algo nuevo; luego, alrededor de unos mil quinientos años después, si es que vamos a considerar la autoría de Salomón (algo que se discute pero que aquí no viene al caso) en el Eclesiastés, dice, con reiteración, que: …nada hay nuevo bajo el sol… Quizás pueda decirse hoy, no sin cierta arrogancia considerando nuestro nivel de civilización, que: para el estado cultural de tales épocas pudiera ser razonable esta idea, dado que nos ciega la de un supuesto desarrollo e incluso evolución de la humanidad y que semejante etapa en curso actual continúa abriendo un abanico de novedades en todos los sentidos, para la especie humana. Hay un Pero, porque un acercamiento a esta realidad histórica, nos hace ver que el desarrollo y la novedad evolutiva ha sido en las formas de las cosas y en la forma de articularlas y relacionarlas, pero que el ser humano continúa teniendo la misma problemática existencial de hace diez mil años: Buscar donde cobijarse para protegerse de la intemperie, encontrar a otras personas para ayudarse a conseguir agua, alimentos y tener sexo, afrontar las enfermedades, la pérdida de las cosas que le gustan y de los seres queridos, presenciar y presenciarse en el deterioro físico del avance de la edad y los accidentes, así como ser testigo de su propia muerte. Da lo mismo si viajas a lomos de un burro o si viajas en un jet privado. La diferencia es que quienes viajan en burro seguramente llegarán tarde, si es que llevan prisa, pero los que viajan en asnos no tienen mayores urgencias y los que viajan en jet, si llegan a tiempo, llegarán ansiosos, estresados, inconformes… Da lo mismo el canto o las pócimas del brujo de una aldea sumeria, que los tratamientos del mejor facultativo de un hospital de New York… las posibilidades de morir o salvarte ¡de momento! porque al final vas morir de todas formas, es tan solo del cincuenta por ciento en cada uno.

   Entonces, hasta aquí lo dicho, pareciera que no queda nada nuevo que decir. Pero… ¿qué es lo nuevo que podría escribirse, decirse, necesitar ser dicho, escrito, leído? Te lo digo en breve.

   Hasta lo aquí dicho, no todo aquel que lea dará razón a lo planteado; yo me dirijo a los que su sentido común les dice aquellas palabras que hiciera pronunciar Shakespeare a Hamlet: Algo está podrido en Dinamarca… De la observación diaria de la realidad, de leer diarios, revistas, oír o ver los noticieros, de pasar por los mercados, ver los precios, de chequear nuestras finanzas, de observar el estado de salud emocional de nuestras relaciones de trabajo, de familia y del vecindario, incluso hasta nuestras relaciones ¡con las cosas! podemos decir, casi, lo mismo que el príncipe danés.

   A ver; si por las mañanas te levantas y ya montas un pollo (como dicen en España) porque no encuentras las pantuflas al pie de la cama, algo no está bien en ti. Si te interesa relacionarte amorosamente con alguien y esa persona no te quiere o si la persona que amas decide amar a otra y eso te entristece, te deprime o te encolerizas; algo anda mal en ti. Si estás en cualquier parte pensando, con quién pudiera estar hablando, ahora mismo, tu pareja; algo anda mal en ti. Si quieres que no llueva y, sin embargo, llueve, y eso le mortifica, te saca de quicio porque interfiere con tus planes de estar a cierta hora en algún sitio, algo anda mal en ti. No es un asunto de gravedad urgente, pero puede matarte a largo plazo, así que atiende. Lo que no funciona bien en ti es tu relación con la realidad. Piensas que la realidad está en tu contra, pero la realidad no tiene ningún plan en contra tuya. La realidad es todo lo que ocurre y que no puedes evitar. No puedes evitar que llueva, ni que tu pareja se enamore o que de pronto le guste más, otra persona. Las personas están haciendo lo mismo que tú quieres para ti, ser felices, al costo que sea. Somos egotistas. El egoísmo es otra cosa y no precisamente lo que te han dicho que es. Quizás ser egoísta sea lo que necesites y ya esto es algo nuevo que quizás lees por primera vez.

   Cuando todo funciona bien en ti, te sientes bien, estás sereno y si algún suceso no previsto puede alterarte un tanto, no es ni intenso ni duradero… porque cuando todo funciona bien en ti, estás en control de tus estados de ánimo y encuentras recursos para recobrar la serenidad de inmediato. Cuando todo funciona bien en ti eres feliz de que todo sea lo que es. 

   Esto es algo que ahora lees y ya lo sabes, pero quizás no lo aceptes porque no lo comprendes. Puedes saber cosas y no comprenderlas. Comprendes algo cuando la aceptas. Comprender significa: estar de acuerdo. Si no estás de acuerdo con algo no lo has comprendido. Ese es tu problema con la realidad. 

   Entonces, escritor, si no estás de acuerdo con la realidad porque crees que está mal, y que la realidad hay que cambiarla; algo está mal en ti. Y si algo como esto no te permite ser feliz y comprender al mundo en que vives ni a ti mismo, si escribes vas a continuar contaminando al mundo con tu opinión de que el mundo está mal y debe ser cambiado; porque tu vida se convierte en la de alguien que está en una fiesta y, sin embargo, se la pasa con el hígado a la vinagreta.
   Y tú, lector, si has descubierto que algo tampoco funciona bien en ti, procura buscar entonces lecturas de escritores que te muestren lo que pasa contigo.  

EL FIN